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Sociedad

Los femicidios no distinguen sectores sociales ni edades

El femicidio de Silvia Saravia a manos de su esposo, el empresario Jorge Neuss, cometido hace 15 días en un country de Pilar, «es un claro ejemplo de que la violencia hacia las mujeres atraviesa cualquier clase social» .

La investigadora del Conicet y especialista en derecho de la vejez, Isolina Dabove consideró que el femicidio de Silvia Saravia a manos de su esposo, el empresario Jorge Neuss, cometido hace 15 días en un country de Pilar, «es un claro ejemplo de que la violencia hacia las mujeres atraviesa cualquier clase social» y que «es un flagelo que aparece en todas la edades».

Además, destacó el hecho de que «quien comenzó a arrojar luz sobre el caso fue justamente la hija mujer de la pareja», Lucila Neuss, quien declaró ante la Justicia que la noche previa al femicidio seguido de suicidio sus padres tuvieron una discusión, lo que motivó que su madre fuera a dormir a la casa que ella también tiene en el country Martindale.

«La violencia hacia las mujeres no tiene clase social y si son ‘viejas’ es lo mismo. No está atravesada tampoco por la posición económica de la víctima y el victimario, como cuando se cree que sólo pasa con personas de bajos recursos o de clase media», agregó la especialista.

Sobre el caso puntual del matrimonio integrado por Saravia (69) y Neuss (72), Dabove dijo que se asocia además al hecho de que «eran los dos adultos mayores y que, seguramente, por su posicionamiento económico, político y autoreferencial era él quien estaba acostumbrado a establecer la ley del poder».

«Aquí hay un femicidio con una alta dosis de cuota perversa, porque no solo la mató sino que impidió que se haga Justicia: él impuso la ley desde todos los puntos de vista», analizó la especialista.

Para Dabove, en el caso de esta pareja, de clase social alta, pudo haber influido también en el desenlace el «desconocimiento del entorno» sobre la situación de violencia existente.

La investigadora se refirió en este punto a que muchas veces «el dinero puede comprar silencios y perdones» y que existe «un honor medieval que se preserva».

«Me parece que en cierto nivel social, si el grupo familiar trata de tener perfil bajo, tiene más posibilidades de mantener reserva. El dinero paga los silencios y ahí el nivel económico incide, además de que hay una cuestión de prejuicio en torno al que dirán que es mas característico en esa clase social, que se consideran como familia modelo», opinó.

No obstante, Dabove destacó que el caso, el que inicialmente se reflejó como un posible pacto suicida por un problema intrafamiliar, con el paso del tiempo fue encontrando otras explicaciones y que el vínculo que apareció para «arrojar luz» fue justamente el de la hija mujer del matrimonio.

«Con el paso de los días se fueron quebrando los silencios, esos silencios que hablan de una clase social, de una trama de complicidades. Cuando empezó a destaparse la investigación judicial resulta que la mujer se había resistido y se empezó a hablar de un femicidio. La hija pudo contar lo que había sucedido, expresar la situaciones de pelea y discusiones de la pareja», añadió.

Y continuó: «El hecho fue en un principio revestido de normalidad por el entorno familiar y es la voz de la hija mujer la que está poniendo claridad y salud mental en una familia que deberá reconstruirse».

Dabove dijo que el caso le recordó a otros episodios aún no resueltos que tuvieron como víctimas a mujeres de una clase social alta, como el la socióloga María Marta García Belsunce, asesinada en 2002 en el country Carmel de Pilar, y el de Nora Dalmasso, en 2006 en Río Cuarto, Córdoba, donde además surgieron historias diversas en torno a las víctimas e hipótesis de lo ocurrido.

Blindaje de clase

La fundadora del proyecto educativo “Mujeres que no fueron tapa” (Mqnft), Lala Pasquinelli, había considerado que existió un “blindaje de clase” en el caso del femicidio de Saravia, al entender que la víctima fue “invisibilizada”, “borrada” y mostrada como “la esposa de alguien”. Para la directora de Mqnft, se advirtió “una protección a la figura de pater familias, a la familia bien, y surgió un abroquelamiento y blindaje de clase muy fuerte”.
El femicidio fue cometido el sábado 10 de en un country de Pilar, cuando Saravia, luego de pasar la noche en lo de su hija por la discusión que había tenido la noche previa con su marido, regresó a su casa cerca del mediodía.

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