La falta de conectividad y el acceso limitado a dispositivos dificultan los aprendizajes.
Debido a la pandemia por el nuevo coronavirus, las escuelas fueron las primeras instituciones que se cerraron para prevenir contagios. Docentes, estudiantes, madres y padres intentaron sostener el vínculo pedagógico irreemplazable que se da en las aulas a través de plataformas digitales.
La falta de dispositivos tecnológicos en las casas y el limitado acceso a internet, sumado a las situaciones estructurales de vulneración de derechos, se convirtieron en una barrera para que muchos chicos y chicas sigan aprendiendo.
El jueves último hubo un encuentro por Zoom. Seis madres salteñas compartieron las dificultades que tienen sus hijos para continuar sus estudios durante la pandemia. La jornada fue organizada por el Observatorio Argentinos por la Educación y Fundación Anpuy y tuvo como invitado al especialista en educación Guillermo Jaim Etcheverry. Todas las madres concordaron en que es «muy complicado» sostener la trayectoria educativa de sus hijos por las limitaciones tecnológicas y económicas.
Contaron que tienen un solo celular para ellas y sus hijos, en el que reciben las tareas por WhatsApp. En sus barrios, la conexión a internet es mala y les cuesta muy caro mantener el celular con datos para que sus hijos se conecten.
Para imprimir una página deben pagar alrededor de 15 pesos y, si no tienen ese dinero, copian todos los deberes a mano.
Evangelina Yujra es madre de Solange, quien asiste al tercer grado de la escuela Eva Perón, y de otras tres niñas. Está terminando el colegio en un Bachillerato Secundario Para Adultos (BSPA) y recibe los trabajos que les mandan los profesores en el mismo equipo con el que sus hijas estudian. «Las maestras les comparten las tareas por WhatsApp y se las tienen que entregar cuando terminen de completar la cartilla«, explicó.
Rosa, mamá y tía de Brian, Giuliana, Matías, Selena y Jazmín, que están entre primero y quinto grado en la escuela Avellaneda, relató: «Nos mandan todas las tareas por WhatsApp y las tenemos que escanear por internet. Tengo que cargar datos todo el tiempo, entro un rato a la página de internet y al toque se consume».
A las maestras que consiguió ubicar por teléfono les pidió que dejen una cartilla en la librería cercana a la escuela para comprarla y que los chicos puedan trabajar. La impresión en blanco y negro cuesta 60 pesos y a color, 75. Eso, por cada materia para cada uno de los chicos.
Contó que los niños no pudieron conectarse de manera directa con sus maestras, aunque admitió que tampoco les ofrecieron ese espacio.
Más complejidad
Adelina Beatriz, mamá de Nahuel, quien cursa el séptimo grado en la escuela Eva Perón, dijo que está muy preocupada por su aprendizaje porque hay muchos temas nuevos que él no sabe y que ella no entiende: «Esta semana sufrí un montón porque tuve que buscar apoyo en otro lado para que aprenda algunos temas». Piensa que su hijo «no tiene una base como para ingresar a una secundaria».
A las 16, cuando vuelve de trabajar como acompañante terapéutica de adultos mayores, le hace imprimir las tareas para que él trabaje. En el cyber, imprimir entre 10 y 15 hojas cuesta entre 150 y 200 pesos, de acuerdo con si es en blanco y negro o a color. «Con el celular se distrae. Es mejor que tenga algo fijo donde puede garabatear y ver si le sale o no», aseguró. Con respecto a la vuelta a la escuela, le preocupa cómo va a llegar hasta allí y cuáles serán los cuidados que va a recibir.
Joana Gilabert es mamá de Cristian Olmos, quien cursa el séptimo grado en la escuela Bonifacio Palacios, y de otras dos niñas. De 14 a 18, Cristian tiene que estar conectado para encontrarse con sus profesores por WhatsApp, ya que para aprobar la materia, además de las tareas, le piden que participe. A la misma hora les mandan las tareas a sus otras hijas.«Cuando tengo plata, les imprimo los deberes, pero cuando no, agarro un cuaderno, escribo todas las tareas y se las doy para que las copien, así Cristian se conecta con la maestra», relató.
En el secundario
Magdalena Mamaní, mamá de Gastón y de Abril, que cursan el primer año del secundario en los colegios Juana Manuela Gorriti y en la escuela Normal, manifestó que «se está haciendo muy difícil por la tecnología y por lo económico».
Tienen un celular con el que se tienen que conectar los dos y esto le cuesta mucho dinero. «Se están perdiendo clases por Zoom«, aseguró y confesó que a veces tiene que elegir entre comida e internet: «Obviamente, priorizo comida».
«Para que puedan hacer los deberes, cada uno tendría que tener un celular o una computadora, pero es un alcance que no puedo porque yo recién estoy comenzando a trabajar por hora y el celular también es para ver los trabajos que me piden en casas particulares», explicó.
En la universidad
María Barrios, de villa Asunción, es madre de una adolescente que con muchísimo esfuerzo estudia Arquitectura en la Universidad Católica de Salta.
Como no tienen un buen teléfono y la conexión a internet es muy mala, les cuesta mucho trabajar y subir las tareas a la nube. Ahora que su hija tiene que ir a rendir exámenes de manera presencial, María está preocupada por cómo va a llegar su hija en colectivo. «Es el lugar donde mayor contagio va a haber», evaluó.
Las escuelas rurales marcan el norte
Las clases se dieron a través de programas de radio y con cartillas que llegaron a cada hogar.
Quienes saben de educación dicen que las innovaciones pedagógicas vienen de las escuelas rurales, que con pocos recursos y mucha imaginación se las ingenian para garantizar aprendizajes.
Julio Corimayo, quien integra el programa de Escuelas secundarias rurales mediadas por Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), de Unicef en Salta, contó que hicieron acuerdos con radios locales para que los chicos que no pueden conectarse por internet avancen con sus trayectorias pedagógicas a través de programas radiales.
Durante el encuentro virtual, el hombre consideró que cuando se vuelva a la escuela deberán retomarse los temas que los chicos no pudieron ver durante la pandemia.
“Hay que trabajar capacidades: mejorar la oralidad, la escritura y la lectura”, evaluó Corimayo y comentó que los chicos “cuando miran la pantalla, no leen solo texto, sino también imágenes y videos”.
En la Puna
Carmen Martínez es directora de un colegio secundario rural del departamento Los Andes, que tiene sedes en distintas localidades, pertenece a la modalidad itinerante y tiene régimen de verano.
Para trabajar durante la pandemia, los profesores se comunicaron por WhatsApp con los chicos y, cuando no había conexión, hicieron cartillas y ella se las acercó a las familias.
“Hemos trabajado un trimestre en estas condiciones con gran esfuerzo de los profes. Muchas cosas quedaron de lado pero pensamos hacer un diagnóstico y luego, un proyecto, para incluir las cosas que no hemos trabajado hasta ahora”, expresó.
A Carmen le preocupa el regreso a clases. Aseguró que en el colegio no pueden garantizar condiciones de bioseguridad adecuadas a alumnos y docentes, ya que no tienen ordenanzas en ninguna de las sedes. “Creo que esto es algo que nos preocupa a nosotros y a los padres”, advirtió.
“Quedó demostrado que nada reemplaza a la escuela”
Jaim Etcheverry dijo que se confirmó que los maestros son “imprescindibles”.
Guillermo Jaim Etcheverry, quien preside la Academia Nacional de Educación y fue rector de la Universidad de Buenos Aires, aseguró que en materia educativa “se ha hecho un gran esfuerzo para tratar de sobreponerse a una situación inesperada”, pero evaluó que la escuela “sigue siendo imprescindible, por la relación estrecha que se establece entre el maestro y los alumnos y entre los alumnos entre sí”.
Recursos disponibles
“Se utilizaron todos los recursos disponibles, tanto audiovisuales como impresos, pero quedó demostrado que nada reemplaza a la escuela”, analizó el experto.
“Vamos a sufrir mucho esta pérdida”, expresó y dijo que está demostrado que en todos los países la falta de esta institución durante la pandemia traerá consecuencias graves desde lo social y lo económico.
Desigualdad
El especialista advirtió “la enorme desigualdad que hay en todo el país dentro de las mismas comunidades”, y lamentó que habrá desgranamiento y abandono escolar de chicos “a los cuales va a ser muy difícil volver a incorporar”.
Evaluó que en este contexto de emergencia sanitaria se demostró que “los maestros siguen siendo imprescindibles”.
“Algo positivo de esta situación es la revalorización del maestro. No hay ningún sistema educativo de calidad en el mundo que no tenga maestros de calidad. Creo que en esta experiencia la Argentina tal vez lo comprenda”, manifestó.
Jaim Etcheverry aseguró que “cuando se vuelva a las clases presenciales, hay que insistir en los conocimientos básicos y fundamentales”.
“Cuando se vuelva, va a haber que hacer un diagnóstico de cada chico, ver dónde se encuentra, qué es lo que le falta de acuerdo al nivel y hacer un esfuerzo para que eso se compense”, señaló.
El experto consideró que los materiales y los lineamientos que se enviaron desde las carteras de Educación “son un tanto complejos para comprender”. “Creo que habría que hacer más hincapié en la lectura y en la comprensión de textos. Eso me parece fundamental”, evaluó.
Comentó que un estudio que se hizo en el Área Metropolitana de Buenos Aires reveló que muchos chicos no leyeron ningún libro desde que comenzó la pandemia: “Esa es una falla fundamental”.
“Hay que insistir en esos elementos básicos, que son esenciales. Cualquier chico, en cualquier etapa y nivel que esté, tiene que ser capaz de leer, de entender lo que lee y de expresarse. Necesita incrementar su vocabulario y tener capacidad de abstracción a través de la matemática”, analizó.
Recordó que en la Argentina la mitad de los chicos que terminan la escuela secundaria no entienden lo que leen: “Ahí tenemos un serio problema. Eso nos hace ser más humildes en nuestras pretensiones de educación y dejar a los chicos después de 12 años de escolaridad con esas herramientas básicas”.