Rubén Rézola, integrante de la selección de canotaje, medallista en los últimos Juegos Panamericanos de Lima 2019 y con experiencia en dos Juegos Olímpicos, le contó a Infobae qué lo motivó a desprenderse de un ingreso necesario para su preparación.
La decepción invadió el corazón de decenas de deportistas argentinos. Con la suspensión de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 debido a la creciente amenaza que generó en el mundo la pandemia de coronavirus, la preparación de los atletas para la cita máxima del deporte mundial quedó trunca. Al menos hasta el año próximo, tiempo elegido por los organizadores y el Comité Olímpico Internacional.
En pleno aislamiento obligatorio por la crisis sanitaria que obligó a los deportistas a entrenarse bajo cuatro paredes, Rubén Rézola tuvo una idea. Tal vez por las marcas en el cuerpo que dejó una infancia con algunas carencias, este veterano del canotaje argentino tomó una decisión que lo define.
Una vez que el ENARD -Ente de Alto Rendimiento Deportivo- anunció que les iba a proporcionar a todos los deportistas que son parte del programa una beca excepcional de 10.000 pesos en abril y mayo para mitigar el efecto coronavirus, el palista publicó un video en su cuenta de Instagram y anunció que iba a donar ese ingreso único.
“La idea nació pura y exclusivamente por los valores que me han enseñado mi familia, amigos, el deporte y todo lo que me rodea. Vengo de una familia de recursos muy bajos, donde a mi mamá le tocó darme hasta lo que no tenía para que yo pudiera progresar como atleta y persona”, comentó Rézola a Infobae.
“Es una historia muy larga, gracias a dios nunca me ha faltado para comer, pero realmente sé lo que es. Nunca lo dije y nunca mi intención fue publicar sobre mi vida personal. Tanto es así que mis intenciones de ayudar a quienes más lo necesitan siempre estuvieron, pero en silencio”, agregó el atleta de 28 años.
Los primeros pasos de Rézola fueron en su Santa Fe natal. En el barrio Alfonso, de la capital de la provincia, mamá Miriam fue su guía. Y también se convirtió en el faro que iluminó su vida.
“Me crié en un barrio humilde. Tuve una excelente educación gracias a mi mamá y mis abuelos. Siempre me guiaron por el buen camino. Mi vieja siempre laburó en servicio doméstico. Ella trabajó para que sus hijos tuvieran lo mejor. Y una vez que me hice atleta, siguió de la misma forma: me dio hasta lo que no tenía, sobre todo cuando recién empezaba, en momentos en los que no te conoce nadie”, recordó Rubén las peripecias que tenía que hacer su madre para que la llama interna de ese joven lleno de sueños no se apague.
“Ella siempre me apoya, en darme ayuda en casa o en la alimentación. Mi mamá es incondicional. Siempre le voy a estar agradecido por los valores que me inculcó. Crecí con un déficit bastante complejo desde lo económico, pero de ahí aprendí que la solidaridad es muy importante. Por eso siempre que pueda dar una mano, la voy a dar. Hay veces que me iba caminando al club porque no tenía para tomarme el colectivo, por eso es muy gratificante apoyar desde mi lado a las personas que están en esta situación”.
Como se encargó de describir, el camino en la vida y el canotaje para Rézola no fue fácil. A pesar que su apellido irrumpió en el deporte argentino hace ya ocho años, tuvo que entregarse en cuerpo y alma para lograr su cometido. Y vaya si lo logró. A los 21 años, junto a Miguel Correa, estuvieron a centésimas de subirse al podio en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 en el K2.
La experiencia olímpica se repitió cuatro años atrás, en Río 2016, esta vez en el bote individual de corta distancia -K1 200 metros- y, si bien el desenlace no fue el mismo -terminó en el puesto 18- grabó su nombre en el máximo evento multidisciplinario del deporte que se hizo en Sudamérica por primera vez.
¿Será por eso que, después de atravesar muchos obstáculos, tuvo la iniciativa de pensar en ayudar a otros con dinero propio y que es sumamente necesario para él?
“Lo hice para que la gente que quiera, se anime a ayudar. Somos un pueblo muy solidario. A mi no me sobra, lo único que tengo es la beca de la Secretaría de Deportes y el ENARD, pero por suerte recibí una linda recepción de la gente. Que eso sirva para los que no se animan y que ayuden a los más cercanos, a la gente que está en la calle, o quienes prefieran. Ojo, y no solo sirve plata, también puede ser con alimentos o lo que puedan”, explicó el atleta ,que se coronó campeón en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 junto a Ezequiel Di Giacomo.
Mientras espera para ver si otros deportistas se suman a su oferta de ayuda, Rézola recibió el llamado de un amigo y coprovinciano. “Germán Chiaraviglio se puso a disposición. Veremos si lo hacemos unidos o que cada uno elije a quien crea que más lo necesita. Así me crie y el olimpismo reforzó esos valores de apoyar al otro”.
El hombre del canotaje argentino sabe que esos 20 mil pesos no son una suma exorbitante de dinero. Para él lo son, claro. Le darían aire en el día a día, sobre todo en esta época paralizada por el coronavirus. Y a pesar que no tiene definido a quién donará su ingreso, lo que sí es seguro es que quedará en su provincia, Santa Fe.
“Estoy analizando varias opciones, pero una de ellas puede ser dar el dinero de la beca para la remodelaciones que se están haciendo en el Hospital Iturraspe, de Santa Fe. Hay una cooperativa que se llama UTEP -Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular- que están haciendo trabajos para mejorar el lugar de los pacientes”, deslizó el palista que terminó en tres ocasiones entre los 10 mejores de su especialidad en Mundiales de canotaje a Infobae.
Ya sin tener que preocuparse por el panamericano de canotaje que se iba a realizar en Curitiba, Brasil, en mayo próximo, que iba a entregar plazas para la disciplina rumbo a los Juegos Olímpicos, Rézola disfruta del aislamiento en su casa: con su lugar para entrenar y con ergómetro propio -el simulador que usan los remeros y palistas cuando no están en el agua-, el santafesino no pierde el tiempo. Cumple sus tareas como atleta y se tomó el tiempo para ser solidario en el medio de una crisis que atravesó a la Argentina y el mundo.