La inflación, el financiamiento, la inversión y el déficit son las clave del laberinto económico.
La renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía fue sorpresiva, sobre todo, por la modalidad que adoptó: lo anunció en las redes mientras la vicepresidenta Cristina Kirchner hablaba en un acto partidario en la localidad de Ensenada.
La carta de renuncia estaba redactada desde algunos días atrás, pero se conoció después del mensaje. De ese modo, desvió la atención de lo que se esperaba como un «operativo clamor» de la militancia kirchnerista deseosa de revivir el sueño de «Cristina eterna«. Sin embargo, ratificó el poder real que ella ejerce en el actual gobierno para impedir decisiones que no cierran con su proyecto personal y con la cosmovisión de sus seguidores. Claro, ese poder no es más que la contracara de la extrema debilidad del presidente Alberto Fernández y de la dramática ineficiencia de todo su Gabinete, incluido Guzmán. En su carta de despedida, el ahora ex ministro sintetiza su fracaso al enumerar sus objetivos iniciales: «una política económica y de desarrollo sustentable, que contribuyese a una economía de mercado inclusiva sobre la base de la generación de empleo; dinámica a partir de la agregación de valor y conocimiento; estable, en una Argentina que reparta las oportunidades de forma equitativa a lo largo y ancho del territorio federal y que fortalezca su soberanía». Los datos oficiales y el sentido común indican que la realidad económica y social de la Argentina están peor que en diciembre de 2019.
La extensa misiva también describe logros extraordinarios en el crecimiento del PBI, que por cierto, casi no varió en una década, con una población que aumentó casi el 18%.
Guzmán nunca tuvo un plan económico visible. Es cierto que su sola presencia era indigerible para Cristina Fernández y el Instituto Patria, porque a pesar del padrinazgo del economista Joseph Stiglitz (muy elogiado en otros tiempos por la vice) y los lauros académicos del ministro, su idea de la economía está en las antípodas de la ilusión anti – mercado, anti – FMI y anti – empresa.