En Argentina, donde los mecanismos de protección del trabajo son débiles o inexistentes, la principal variable de ajuste fue el empleo
La pandemia sacó a la luz y profundizó la fractura que atraviesa al mercado laboral en Argentina. Pero a su vez mostró el importante rol que tienen las instituciones laborales a nivel global cuando se orientan a proteger los puestos de trabajo y amortiguar el impacto de la parálisis económica sobre el tejido social.
Esto surge en un informe elaborado por los investigadores de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo CETyD – Escuela IDAES, de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), en donde se establece que en el mundo, los mercados laborales reaccionaron de distintos modos ante la crisis.
En los lugares donde los mecanismos de protección del empleo son débiles o inexistentes, la principal variable de ajuste fue el empleo. Esto sucedió tanto en los Estados Unidos como en el sector informal de Argentina (en nuestro país, con mayor intensidad dado el mayor grado de fragilidad de nuestra economía).
Al contrario, en la Unión Europea y el sector formal de Argentina esta situación fue acotada debido a que, los actores sociales acordaron reducir la jornada laboral y el Estado implementó un programa de políticas orientado a proteger los puestos de trabajo.
En esta situación, la principal variable de ajuste ante la crisis no fue el empleo, sino la cantidad promedio de horas trabajadas por ocupado (reducida en Europa por medio de los acuerdos «short-time work» y en Argentina, de las suspensiones).
Al contrario, al comienzo de la pandemia, el 45% de los asalariados informales había perdido su empleo
Profundización de la grieta
Entre los asalariados registrados de Argentina, la dinámica frente a la crisis fue similar a la de la Unión Europea, aunque aquí también la magnitud de las contracciones fue superior.
En efecto, frente a una caída superior al 40% de la suma de horas trabajadas por el conjunto de los trabajadores, el empleo se redujo 4% entre el cuarto trimestre de 2019 y el segundo de 2020.
Esta diferencia se explica por el hecho de que la principal variable de ajuste fue la cantidad promedio de horas trabajadas por ocupado, que también se contrajo en torno al 40%.
Mientras que entre los asalariados no registrados en Argentina, el empleo se contrajo 38% entre el cuarto trimestre de 2019 y el segundo de 2020, mientras que la suma de horas trabajadas por los trabajadores informales disminuyó 47%. «Así, las empresas reducen sus costos laborales para hacer frente a la crisis, pero se logran preservar los puestos de trabajo con la asistencia del sector público», dice el documento.
Tanto el empleo como los ingresos de los trabajadores en relación de dependencia formales fueron notablemente menos afectados en 2020 que los de informales y cuentapropistas. El aumento de la pobreza, que en la segunda mitad del año pasado afectó al 42% de los argentinos, perjudicó especialmente a esos grupos, a los que se suman los desocupados.
El número de asalariados formales cayó un 3% al inicio de la crisis (es decir, entre los segundos trimestres de 2019 y 2020) y luego se mantuvo en esos valores durante el resto del año.
Sin embargo, distinta fue la suerte de quienes estaban insertos en ocupaciones más precarias. Al comienzo de la pandemia, el 45% de los asalariados informales había perdido su empleo y lo mismo le había sucedido al 27% de los trabajadores por cuenta propia.
Ahora bien, durante la segunda parte del año se observó un «rebote» entre estos últimos grupos, que aumentaron notoriamente su volumen. Así, el número de asalariados informales terminó siendo a fines de 2020 un 15% inferior al de fines de 2019 y el de cuentapropistas ya superó holgadamente ese valor (+11%).