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Policiales

La escuela se convirtió en una pesadilla para una menor abusada al rendir examen

Una jueza decidió que el cuerpo docente de una escuela salteña recibiese capacitación obligatoria en temas de género tras no haber detectado el ataque sexual de un profesor


Cuando el profesor de Biología llamó a la alumna para tomarle lección colocó su portafolios de manera tal que pudiera obstruir la visión del resto de los adolescentes que estaban en el aula. Después, según denunció la joven, de 14 años, el docente le tocó los pechos. Ante esa actitud, el profesor la tomó del bolsillo de su campera roja y la llevó hacia él. Volvió a tocarla. A modo de defensa, la menor le dijo que no se acordaba el tema porque no había estudiado y regresó a su pupitre.

Entre llantos, la alumna, cuya identidad se mantiene en reserva para no revictimizarla, decidió denunciar el abuso que había sufrido ante la preceptora y la directora de la Escuela Normal N° 5096, de Cafayate, Salta. Pero nadie le creyó. Y tuvo que abandonar el colegio, a pesar del reclamo de sus padres.

El hecho denunciado por la menor ocurrió el 2 de mayo de 2016. A principios de este mes se realizó el juicio oral contra el profesor que abusó de la adolescente. La víctima, que actualmente tiene 18 años, declaró y sostuvo la acusación contra el docente. Al principio de la investigación, el profesor negó los hechos. En sus indagatorias expresó que tomó a la menor del brazo en dos oportunidades, pero que no había cometido el abuso. Sin embargo, antes del veredicto, el imputado que habría sido identificado por fuentes judiciales como Claudio Ernesto Condorí, de 53 años, supuestamente abrumado por las pruebas, confesó su responsabilidad y fue condenado.

Durante del juicio oral, la jueza María Victoria Montoya Quiroga, revisó las declaraciones de los compañeros de la víctima, de las psicólogas que la asistieron y el testimonio de la menor y decidió condenar al docente a tres años de prisión en suspenso por abuso sexual simple. Debido a que la figura penal por la que fue condenado el profesor tiene una expectativa de pena de entre seis meses y cuatro años de prisión, el acusado no quedó detenido. No obstante, la jueza decidió que su perfil genético sea incluido en el Registro Nacional y provincial de agresores sexuales.

En las conclusiones de la sentencia, la magistrada también cuestionó el desempeño de las autoridades del colegio y ordenó que se sometan a una capacitación obligatoria en el tratamiento de las víctimas de delitos contra la integridad sexual, violencia de género y de todas formas de discriminación contra la mujer.

«Este caso tuvo características que lo hicieron particular, debido a que la menor fue revictimizada desde el momento mismo del hecho. A las risas de los compañeros, relatadas por una testigo, la falta de interés prestada por dos alumnos, se sumó la revictimización social provocada por los directivos de la escuela que no le creyeron, desmerecieron sus dichos y los achacaron a una mala nota de la alumna. A ello le siguió que un grupo de jóvenes se manifestó en contra de la niña a través de la radio y otras la escracharon por Facebook», expresó la magistrada en la sentencia, al describir la estigmatización que sufrió la menor después del abuso.

Al fundar el veredicto de culpabilidad contra el docente, la jueza tuvo en cuenta los informes de dos psicólogas que entrevistaron a la víctima. Ambas profesionales coincidieron en que el relato de la menor era coherente y auténtico.

«Finalmente, la menor fue revictimizada en forma institucional al no recibírsela como alumna el ciclo lectivo siguiente, dando prioridad a la necesidad de mantener la fuente laboral del acusado, situación que obligó a sus padres a recurrir a la Justicia para obtener un lugar en el Colegio San Agustín, muy distante de su lugar de residencia», expresó la magistrada, al cuestionar la actuación de las autoridades de la Escuela Normal N° 5096.

Consecuencias sociales

Según la jueza, en lugar de escuchar a la víctima, la directora y la vicedirectora cambiaron al profesor de la materia que debía dictar. Le asignaron al acusado las clases de Geografía y le transfirieron a otra docente las clases de Biología.

«Con esta medida, las autoridades del colegio evitaron el contacto en el aula entre el profesor y la niña. De tal manera, la joven víctima, de 14 años, tuvo que convivir todas las mañanas del ciclo lectivo con el imputado, no solo cruzándoselo continuamente en la escuela, sino sufriendo sus risas y sus burlas, dentro y fuera del establecimiento», expresó la magistrada.

Al explicar los fundamentos del veredicto, la jueza se refirió al daño psicológico que provocó en la menor el abuso que sufrió. Los padres y la hermana de la víctima indicaron que, en la actualidad, rompe en llanto y que tiene serias dificultades para relacionarse con otros jóvenes.

En la sentencia, la magistrada concluyó que ese trauma se profundizó debido al desempeño de los responsables del colegio: «estas situaciones sufridas por la menor, entiendo extendieron considerablemente el daño producido por el delito y en gran parte, son achacables a las autoridades de la escuela. No supieron contener y apoyar a la víctima. Una respuesta inmediata y efectiva sin dudas hubiera disminuido las nefastas consecuencias del hecho sobre la psiquis de la niña. Por el contrario, fue tachada de mentirosa, fabuladora, fue desmerecida entre sus pares y frente a la sociedad local».

Con el transcurso del juicio oral y las declaraciones de los testigos, el panorama para el acusado se complicaba. Pero también quedaba al descubierto la cadena de responsabilidades de la directora y la vicedirectora del colegio.

«Ni la niña ni sus padres querían sacarla del colegio; simplemente no les resultó adecuada la respuesta del establecimiento, en tanto la única opción viable para quedarse era permaneciendo en la misma institución que su agresor sexual. Así es, pudo no haber existido un acceso carnal, no fue una violación en términos vulgares, pero la niña sí fue agredida sexualmente, se vulneró su integridad sexual, su normal desarrollo, y el culpable de tamaño daño tuvo preferencia, ya que había que proteger su derecho a trabajar», agregó la jueza en la sentencia.

Red de mentiras

Al analizar las declaraciones de las autoridades del establecimiento educativo, la magistrada consideró que eran mendaces. Por ejemplo, en el caso de la directora, quien declaró que la víctima le había expresado, durante la mañana en que se produjo el hecho, su temor de no aprobar la materia Biología porque no había estudiado. Según la jueza, esa circunstancia no habría ocurrido de esa forma, porque la clase de Biología de desarrolló en el primer módulo, a las 8.45, pocos minutos después del ingreso de los alumnos en el colegio.

«El acusado avasalló dolosamente la integridad sexual de la niña. Para tal fin, no se valió de la violencia o de amenazas, sino del abuso coactivo de una relación de dependencia, de autoridad, de poder, que lo colocaba en una privilegiada posición respecto de la víctima. Dicha posición de preeminencia, explotada con fines sexuales, le permitió la realización de los actos de significado sexual que la víctima debió soportar frente a sus compañeros de aula, y solo pudo detener argumentando que no sabía más la lección. El docente sabía lo que hacía, no fue solo un acto de confianza para calmarle los nervios, como alegó en un primer momento. A sabiendas, con intención y con fines libidinosos, tocó los senos de la niña. Quería hacerlo, no controló sus impulsos, y lo hizo, a sabiendas no solo de la prohibición legal, sino de las consecuencias que ello traería sobre la menor. Priorizó su satisfacción o desahogo sexual, a la integridad sexual de la joven», consideró la jueza, al fundar la condena contra el docente.

Aceptación de la culpa

El acusado realizó dos indagatorias. En la primera declaración, durante la etapa de instrucción, afirmó que el día del hecho tomó lección y comenzó con los alumnos que tenían la nota más baja. Entre esos alumnos estaba la víctima. Recordó que le hizo una pregunta y ella respondió que no se acordaba. Entonces, le dijo que se siente para repasar los temas.

Agregó que convocó nuevamente a la menor, sostuvo que era un «feedback» de preguntas. Recordó que ella le dijo que estaba nerviosa y reconoció que la tomó del antebrazo.

El docente manifestó que todo el episodio se desarrolló frente a casi treinta alumnos que estaban en el aula. Después del incidente, cuando terminó la hora de clase, salió del aula y se fue a tomar un café con una profesora amiga.

La segunda declaración del profesor se concretó durante el juicio, después de escuchar el testimonio de la víctima, intentó aclarar algunas circunstancias del relato. Pero, el último día del juicio, antes de los alegatos, el acusado solicitó hacer uso la palabra y confesó su responsabilidad en el hecho. Pidió disculpas a la familia de la víctima y manifestó que aceptaba la pena que pediría el fiscal. El docente reconoció que el hecho ocurrió como lo relató la alumna.

Un día antes, una de las psicólogas que atendió a la menor explicó la magnitud del trauma sufrido por la joven estudiante: «Siento que lo ocurrido destrozó la víctima por dentro. La niña portaba mucha angustia. El relato es la evocación de los hechos, ligado al efecto emocional, que es angustioso porque ha impactado en la psiquis de la persona con tal magnitud que ha dejado ese daño».

Fuente: La Nación

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