La Organización Mundial de la Salud se convierte en campo de batalla de la nueva guerra fría entre las dos superpotencias y su director general pide no politizar el virus tras meses repitiendo las consignas del Gobierno chino
La nueva guerra fría entre Estados Unidos y China, exacerbada por el coronavirus -o, como lo califica el Gobierno de Donald Trump, «el virus chino» o «el virus de Wuhan»- tiene un nuevo campo de batalla: la Organización Mundial de la Salud (OMS). El presidente de Estados Unidos, que es de lejos el mayor contribuyente al presupuesto de la OMS, ha amenazado con cerrar el grifo de la financiación tras acusar a la institución de «chinocéntrica» y de «haberse equivocado en un montón de cosas». EEUU, que hoy ha superado los 12.000 muertos y los 400.000 infectados por el virus, aporta aproximadamente el 26,6% del presupuesto de la OMS.
El director general del organismo, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha respondido a las declaraciones de Trump: «No politice el virus». En tonos dramáticos, Tedros ha afirmado que la politización de la respuesta a la pandemia «solo hará que el número de bolsas de cadáveres aumente».
Los hechos, sin embargo, revelan que el director general de la OMS lleva tres meses y medio repitiendo sistemáticamente las consignas que el Gobierno chino emite, calificando de «histeria» la reacción de gran parte del mundo, celebrando la presunta eficacia de Pekín en la lucha contra el coronavirus, retrasando la declaración de alarma internacional, y ocultando información que no procedía de China y, por tanto, no coincidía con la versión oficial de ese país.
La OMS es solo un frente más en la guerra entre las dos potencias por el control de los organismos internacionales, donde China ha logrado avances considerables ante la pasividad o la indiferencia de EEUU, Europa y Japón, y, también, es un reflejo de la enorme influencia que Pekín ha conseguido en África tras dos décadas de masivas inversiones en ese continente sin hacer preguntas sobre derechos humanos, democratización, o protección del medio ambiente, como suele hacer Occidente. El resultado es que la OMS se ha convertido, según sus críticos, en un portavoz de Pekín en esta crisis. E, incluso, en un instrumento de la política de la segunda mayor economía mundial y origen de la pandemia.
Claro que, más allá de las críticas, Trump no ha articulado una respuesta clara ante la actitud de la Organización. En la misma rueda de prensa en la que la atacó, afirmó que «estamos suspendiendo la entrega de dinero» a la OMS, para, minutos más tarde, negar esa opción. «Yo no he dicho eso», dijo, cuando la prensa le pidió confirmación sobre la congelación de fondos. «Vamos a investigar», a la OMS, «vamos a evaluar acabar con su financiación [por parte de EEUU]». La razón es que «si se mira a lo que ha hecho a lo largo de varios años, todo parece muy sesgado en favor de China». Trump también ha personalizado sus críticas a la OMS, a la que ha acusado de «criticar y estar en desacuerdo con mi prohibición de viajes [desde China]».
LOS ARGUMENTOS DE TRUMP
Las críticas de Estados Unidos a la OMS se sustentan en muchos argumentos y, en particular, en la gestión del coronavirus realizada por Tedros, un microbiólogo y experto en malaria etíope que, tal y como recordaba en febrero el experto en Asia del think tank Consejo de Relaciones Exteriores de EEUU, Michael Collins, ya se reunió el 28 de enero con el presidente chino, Xi Jinping, en Pekín, y celebró que China había «fijado un ejemplo en el control de los brotes de enfermedades».
No consta si Tedros consideraba que meter a la gente en la cárcel y obligarla a realizar actos de contrición pública por alertar acerca del peligro del coronavirus era parte de esa «ejemplaridad». Tres semanas más tarde, el 20 de febrero, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, Tedros volvió a repetir sus alabanzas a Pekín, al asegurar que la política de ese país «ha permitido al mundo ganar tiempo».
Pero la actuación de la OMS va más allá de las alabanzas y del uso de su autoridad moral para frenar la respuesta a la pandemia. Como declaró el propio vicepresidente de Taiwán, Chien Chien-jen, al diario ‘Financial Times’ el 19 de marzo, la OMS no puso en su página web la información que las autoridades de Taipei le habían suministrado el 31 de diciembre sobre la transmisión del coronavirus entre seres humanos. De hecho, la OMS no reconoció que el coronavirus se transmite de persona a persona hasta el 14 de enero, cuando China le informó de ello.
La razón del desprecio a Taiwán es obvia: China no reconoce la soberanía de ese país, al que Pekín se limita a calificar como «la isla rebelde», de modo que la OMS ignoró olímpicamente el mensaje. Taiwán, sin embargo, ha sido la nación con más éxito del mundo en la lucha contra el coronavirus, pese a su cercanía a geográfica, económica y cultural a China, con solo 379 contagiados y 5 muertos en una población de 24 millones de personas.
Tedros no solo ha dedicado sus alabanzas a China, sino que, también, ha paralizado activamente la respuesta de la OMS a la pandemia. La clave está en la reunión que el Comité de Emergencias de la Organización celebró el 23 de enero para tratar el coronavirus. Ante la falta de consenso, Tedros optó por no declarar la emergencia. Tuvo que pasar una semana para que la OMS diera marcha atrás y accediera a admitir la gravedad de los hechos. Y una semana en esta pandemia es, como desgraciadamente hemos aprendido, demasiado tiempo.
El 3 de febrero, cuando Estados Unidos, Australia, Singapur y otros países habían impuesto limitaciones a los viajes procedentes de China, el máximo responsable de la OMS proclamó que «no hay necesidad de interferir innecesariamente con el comercio y los viajes internacionales». Teros declaró incluso que esas decisiones no estaban basadas «en las evidencias».
Diecisiete días más tarde, en Múnich, el director gerente de la OMS fue más lejos, al hacer un llamamiento «a todos los Gobiernos, empresas y organizaciones a trabajar con nosotros para emitir el nivel de alarma apropiado, sin animar las llamas de la histeria». Las declaraciones de Tedros fueron recogidas de manera destacada por el ‘Global Times’, la versión en inglés del ‘Diario del Pueblo’, el órgano oficial del Partido Comunista de China.
Fuente: elmundo.es