El aislamiento si se le explican las razones a los niños, «no debería tener un gran impacto en su psicología», opina uno de los expertos que asesoran al presidente.
La posibilidad de que chicas y chicos puedan realizar salidas recreativas durante el aislamiento obligatorio desató un debate acerca del impacto que el encierro pueda tener sobre las infancias. Página/12 dialogó con Eduardo López, parte del equipo de expertos que asesora al presidente Alberto Fernández, y con Silvia Tendlarz y Patricio Álvarez Bayón, psicoanalistas especializados en infancias, para conocer sus opiniones.
«Se puede empezar a analizar la posibilidad de que los niños hagan actividades recreativas fuera de la casa, con grupos familiares muy pequeños y sin acumulación de gente», sostiene López, infectólogo del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología Pediátrica (SADIP). Sin embargo, advierte que «los países que más éxito tuvieron en aplanar la curva fueron aquellos que implementaron cuarentenas rígidas, eso no hay que perderlo de vista, por lo que si estas medidas se empiezan a tomar, como va a suceder en algunas jurisdicciones del país, tiene que ser con horarios pautados y con algún mecanismo de organización para evitar aglomeraciones, como utilizar los números de documento».
El debate comenzó a fines de la semana pasada, cuando se empezó a vislumbrar la posibilidad de que el Estado nacional permitiera salir a los niños para realizar pequeñas salidas recreativas y reguladas, para descomprimir el impacto del confinamiento. «No hay una respuesta general para este tema, se trata de una situación especial que tiene que ser resuelta por los especialistas en epidemiología, pero sí es cierto que hay muchos niños que empiezan a necesitar salir, a manifestar miedos, angustias y síntomas», sostiene Tendlarz, doctora en psicología y profesora de la cátedra «Clínica del autismo y la psicosis de la infancia» de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
En este sentido, Álvarez Bayón afirma que «en los niños de hasta los cinco o seis años se manifiestan síntomas que tienen que ver con la perdida de la rutina a la que estaban habituados y con la separación de sus contactos primarios o secundarios, como los abuelos, los tíos o los primos, un contacto que es físico y que no puede ser reemplazado por la pantalla de un celular». «En esos casos se ven síntomas de regresión: hacerse pis, perder logros en términos de lenguaje, volver a modos de hablar más primarios, dejar de comer o comer más», añadió el magister en clínica psicoanalítica, coordinador del Departamento de Autismo y Psicosis en la Infancia de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y también profesor de la UBA,
Álvarez Bayón diferencia estos casos de los que involucran a niños de entre 6 y 12 años, en los que «sí ya hay una necesidad de contacto más allá de la familia, con amigos o con compañeros de colegio, de salir de la casa, eso se traduce en alguno de los polos de la hiperactividad o la depresión el desgano y el desafío hacia padres o hermanos». En este sentido, Tendlarz agrega que «a algunos niños les pesa la falta de interrelación con otros chicos o con otros contactos familiares. El coronavirus produjo un corte en nuestro mundo cotidiano, cada uno tenía su vida armada y de golpe este impacto cambió las rutinas».
Sin embargo, una posible habilitación para realizar actividades recreativas no se traduciría en la posibilidad de volver a ver a los afectos, por lo que los especialistas consideran que no es una medida de urgencia. «Puede que los perjuicios sean mayores que los beneficios, la salida no solo podría implicar una exposición al contagio sino que también entra en juego una vivencia de peligro, una sensación de riesgo ante el virus que los niños ya están viviendo en sus casas y que, de poder salir a la calle, la van a vivir con mucha más intensidad», sostiene el psicoanalista. «Eso se puede traducir en más fobias, más temores, más miedos nocturnos y sensaciones de riesgo, en la casa están más protegidos», añade el psicoanalista.
Por su parte, López sostiene que la cuarentena, si se le explican las razones a los niños, «no debería tener un gran impacto en su psicología». «Cuando uno les explica bien las razones del aislamiento, el peligro del contagio o de contagiar a los familiares, los chicos lo entienden muy rápido. No creo que ningún chico vaya a tener un trauma el día de mañana por estar 60 días en cuarentena, sobre todo si se logra que aprenda que es para no enfermarse o para no contagiar», señala.
En este sentido, el infectólogo enfatiza la necesidad de evitar experiencias como la de España, donde se habilitó la salida para los niños y la población salió a las calles con poca precaución. «Lo que pasó allí es un fracaso que acarrea un gran riesgo, ahora están muy preocupados por lo que sucedió y no se sabe cuáles pueden ser las consecuencias. Por eso es importante remarcar que, si se toman este tipo de decisiones, tienen que ser controladas y realizando un seguimiento».
Finalmente, Tendlarz concluye que «no hay respuestas universales». «Para algunos niños y sus padres, la necesidad de salir se vuelve imperiosa y necesaria por razones subjetivas, pero para otros el aislamiento brinda una seguridad frente a la incertidumbre que genera la pandemia», matiza. En este sentido, Álvarez Bayón cree que el aislamiento puede ser también una oportunidad para madres y padres pasen tiempo con sus hijos de una manera distinta. «En la vida cotidiana uno muchas veces se queja del ritmo que lleva y quisiera tener tiempo para otras cosas. Creo que, si bien a nadie le cae bien el aislamiento, es una oportunidad para padres e hijos de verse las caras de un modo en que habitualmente no lo hacen», arriesga.
Fuente: Página 12