Las actividades económicas todavía no autorizadas piden pista a los gritos. Y en los ámbitos legislativos abundan las peleas.
Estamos en Fase 4, por una vez vamos mejor que Buenos Aires. Los frustrados ascensos futbolísticos a primera división con Gimnasia, Central y Juventud, encuentran una revancha con el coronavirus y Salta se pone a la vanguardia de la pandemia. Todo gracias a la flexibilización de la cuarentena que se venía dando primero en cuentagotas y en la semana que pasó directamente a chorros.
Ahora el objetivo es la Fase 5, titulada “Nueva normalidad”. Concepto peliagudo es lo normal, en virtud del cual se han justificado feroces discriminaciones de todo tipo; salirse de lo normal, según quien lo mire, puede ser una genialidad o algo macabro, una transgresión o un peligro. Pero desde hace 52 días es una meta que nos pusimos los argentinos: «Volver a la normalidad», aunque esta parezca un poco anormal, con barbijo, saludos de codo, dos metros de distancia entre personas y rigurosos protocolos para cada actividad.
La autorización al comercio fue la señal que esperaban los salteños para darle prácticamente punto final a la cuarentena, aunque siempre a sabiendas de que esto puede cambiar si aparece el quinto positivo.
El sainete que precedió al anuncio de la apertura comercial el martes pasado, fue el preludio ideal a la confusión del día siguiente. Un grupo de comerciantes “rebeldes”, pero con llegada a los medios, precipitó la medida tras reunirse con el gobernador Gustavo Sáenz.
El titular de la Cámara de Comercio, Daniel Betzel, no quiso ser la Patricia Argañaraz de los vendedores y ante este brote de “autoconvocados”, primereó con un video en el que anunciaba que se abrían los comercios. Tanto se apuró que se le adelantó al propio Saénz, lo que le valió un reto y tuvo que pedir disculpas públicas en los medios por apresurado.
Pero la consecuencia de esta desprolijidad fue un aluvión de autos taponando los ingresos al centro, comerciantes que abrían con desconfianza y clientes que compraban con idéntico sentimiento. Solo al mediodía de ese miércoles desde el gobierno aclararon y pusieron las nuevas pautas.
Par o impar es la nueva contraseña de acceso al mundo comercial. Lunes, miércoles y viernes unos; martes jueves y sábado los otros. Además, se exige poca gente dentro del local, filas de espera con distanciamiento y mucho alcohol en gel en las manos, el nuevo elixir de la inmortalidad.
Ahora se ponen en la lista de espera para funcionar los restaurantes, bares, gimnasios, turismo e iglesias. A la hora de conseguir la autorización prometen medidas excepcionales, gastronómicos proponen locales a la mitad y mesas de no más de cuatro personas. La Curia dice que sacará bancas de los templos, cambiará agua bendita por alcohol y pasará a archivo por el momento el saludo de la paz (no es cuestión de arrancar a los codazos en medio de la misa).
En tanto los gimnasios también ofrecen menos personas adentro, limpieza cada hora de los aparatos y la obligatoriedad del barbijo en todo momento; los cultores del físico se salvarán de morir de coronavirus, pero nada les garantiza que no palmen por asfixia mientras hacen abdominales.
Esta semana se normalizaría el stock de cigarrillos, mañana vuelve la tómbola y la provisión de hojas de coca va camino a convertirse en cuestión de Estado, con proyecto de ley en la Cámara de Diputados incluido. El autor de la iniciativa es Ignacio Jarsún, conocido en el ámbito legislativo por haber sido el impulsor de la tolerancia cero de alcohol a conductores de auto. Se ve que el oriundo de Rosario de Lerma encuentra su inspiración en la regulación de los vicios.
Puchos, coca y timba prioridades en esta post cuarentena, con las iglesias cerradas, nunca estuvo Salta tan cerca de parecerse a Las Vegas.
Lo que viene
En las últimas semanas la palabra administrar se relaciona con cuarentena, pero en estos días donde el aislamiento se va convirtiendo en anécdota, vuelve la necesidad de acomodar la economía, tarea que a esta hora se presenta más difícil que matar el coronavirus a pisotones.
Por las dudas el ministro de Economía, Roberto Dib Ashur, no ahorra en comparaciones y describe a la situación actual como peor que en la crisis del ’30 y en la segunda guerra mundial. También detalla que en Salta la caída de recaudación entre marzo y abril fue del 51%, y estimó que en mayo será aún más profunda.
Además advirtió que la entrada en la crisis fue demasiado abrupta como para medir una salida. Nada de luz al final del túnel, segundo semestre, lluvia de inversiones, ni ninguna otra metáfora macrista se aplica en este caso. Igualmente, salir a gritar “a los botes” tampoco sería recomendable, por más cercano a la realidad que eso parezca.
Sin presupuestos nacional y provincial, la administración en el 2020 parece condenada a vivir al día, con lo que hay en el bolsillo y atentos a cualquier changa para ganar unos mangos, porque parece que ya nadie nos fía. La vida misma convertida en plan económico de emergencia.
En épocas de poco efectivo y muchas necesidades, la diplomacia puede resultar una buena alternativa. Hablando la gente se entiende y se puede llegar a acuerdos que permitan capear la tormenta. Como ejemplo se pueden citar convenios con empresarios para contener la inflación y en el mismo sentido con los gremios para cerrar paritarias que se puedan cumplir.
Por eso de poco sirven las declaraciones de Dib Ashur, que insiste en avanzar con un descuento “algún día” a los docentes “autoconvocados” que hicieron paro durante marzo. En primer lugar, no ayudan porque no resulta un momento oportuno para tensar una cuerda que ahora está floja y que se sabe se corta rápido.
Segundo, porque rompe con toda lógica de comunicación política anunciar hoy un descuento que se hará, quizás, en el futuro. Error no forzado que pone una innecesaria espada de Damocles en la cabeza de los maestros y crispa nervios que venían calmos.
Tercero, porque no se debe subestimar a los “autoconvocados” pensando que son pocos; si hay algo que demostraron en los últimos años los docentes díscolos, es su capacidad para ganar adeptos de manera exponencial en tiempos de conflictos y paritarias que no cierran. Y una vez que esa curva se dispara, aplanarla cuesta muchos días sin clases, algo que justamente no sobrarán cuando se habiliten nuevamente las aulas.
Por suerte hubo una buena noticia en la semana. El anuncio que hizo el Presidente sobre la posibilidad de vender 100 mil kilos de porotos negros a México que pueden representar unos 140 millones de dólares para el Noa. Ahora el desafío es que esos billetes realmente lleguen, ingresen en el círculo virtuoso de la economía y que se cumpla ese viejo dicho de que “La plata llama a la plata”.
Y si de viejos dichos hablamos, estamos a punto de invocar el campestre “Ojalá caiga una helada para que mate a todos los bichos que apestan”. El frío del miércoles fue un bálsamo para aplacar al mosquito transmisor del dengue, justo el mismo día en que los responsables de epidemiología anunciaron que los casos de este año superan los 3600 y ya son más que los del año pasado, cuando aún faltan un par de semanas para que finalice el período de vigilancia.
Peleas inesperadas
Siguiendo con los dichos: “El horno no está para bollos” en los ámbitos legislativos. Y en ese sentido la Cámara de Diputados pica en punta, tanto que una de sus más notables integrantes, Socorro Villamayor, pidió por los medios a sus pares que dejen de ventilar “los puteríos internos”.
Lecturas particulares del reglamento (que suceden justamente por la falta de lectura del reglamento), presidencias de comisiones que se (mal) rosquean sin avisarle a todos los involucrados, denuncias de amenazas y destratos, diputados que se cambian de bloques como de medias y una camada de legisladores a la que le sobra actividad en las redes sociales pero le falta en la comisiones. Hasta aquí el resumen semanal de la Cámara Baja.
¿Proyectos aprobados? Sí, uno para que Edesa se digne a poner oficinas de cobro en toda la provincia, otro para suspender los remates judiciales, también una modificación con el objetivo de mejorar el control a los violentos por género y un último para crear un banco de alimentos. Pero quedaron detrás de esa fila de árboles descriptas en el párrafo anterior.
El Senado, por el contrario, sigue a ritmo de un club inglés y solo los planteos made in diario La Nación de Guillermo Durand Cornejo sacuden la histórica moderación característica de ese cuerpo. Esta semana el legislador capitalino, munido de un coqueto tapabocas a rayas, pidió el fin de la cuarentena. La semana pasada fue el repudio a la liberación de presos. En ambos casos hubo debates que modificaron la velocidad crucero de la sesión.
En tanto, en el Concejo Deliberante capitalino debatieron una hora y media un proyecto para multar a quienes no tengan barbijos o rompan la cuarentena, se aprobó en la general, pero después lo rechazaron cuando se votaba artículo por artículo. Lo tuvieron que volver a comisión como esas carnes arrebatadas que se tiran de nuevo a la parrilla.
Si se hubiese aprobado, un salteño que infrinja el aislamiento podría tener una causa en la Justicia Federal por el Código Penal, cárcel o multa por el inconstitucional DNU 255 y una sanción monetaria por la ordenanza municipal. Otra que una tormenta perfecta.
Y la última pelea de la semana se dio inesperadamente luego del asesinato de la docente Rosa Sulca. Fiscales y policías se tiran culpas por las negligencias en un homicido que ya tiene dos detenidos y sensación de caso resuelto. Pero esta inesperada interna entre el Ministerio de Seguridad y el Ministerio Público Fiscal tiene un final abierto con cada vez más involucrados como el diputado y ex policía Gustavo Orozco, investigado por “posibles expresiones amenazantes” a los fiscales.
Mientras tanto la ciudad sigue retomando su ritmo y adaptándose a la normal anormalidad de barbijos, restricciones y otras cosas que ni el parate lograron cambiar, sino que lo digan los peatones que se juegan la vida en cada esquina ahora que volvieron los autos a montones.
Fuente: Página 12