Lucia, la mujer de 29 años habló sobre la penosa situación vivida.
«Casi nos matan, tuve mucho miedo». La frase es de la mujer de 29 años que sufrió el ataque de un grupo de personas el martes a la noche, cuando se procedió a evacuarla de una humilde vivienda en la que cumplía el aislamiento sanitario junto a su prima.
A Lucía le dieron la triste noticia que tenía una carga viral positiva leve de coronavirus este martes a las tres de la tarde, pero a las dos de la tarde los vecinos del barrio Islas Malvinas ya lo sabían. En las redes sociales se confirmaba la noticia con un tinte maquiavélico.
«Nos está contagiando el barrio. Debe salir de ahí» escribieron algunos. Otros provocaron el hostigamiento violento con frases como: «El intendente Martínez tiene la culpa, nunca debieron dejar ingresar a los repatriados».
La mujer en diálogo con El Tribuno, dijo estar aún en schok por la violencia de la situación. Contó en detalle como llegó a Rosario de Lerma y afirmó su temor por la seguridad de su familia. «Yo no hice nada. Tenía que volver a mi hogar. Estaba trabajando en El Chaltén en un hotel, como mucama. En esa zona no hay coronavirus. Luego decidí partir hace un mes a Salta. Pasé por Balvanera en Buenos Aires, ahí me quedé unos tres días hasta que conseguí transporte a Salta», relató la mujer.
El 27 de abril llegó a Salta al expeaje Aunor. Luego la trasladaron a un predio de la Universidad Católica especialmente acondicionado para repatriados internos. «El 30 de abril logramos regresar a Rosario de Lerma y como me quedaban días para completar el aislamiento de 14 días, me trasladaron a una casita de mi tía en el barrio Islas Malvinas. Allí estuve sola con mi prima que también cumplía aislamiento».
La joven que dio positivo, su prima y cuatro personas más de su entorno, fueron aisladas ante un posible contagio. Se esperan los resultados de los exámenes. El municipio denunciará la violencia suscitada y provocada en torno del caso.
Pasada las 21 horas una turba con piedras se acercó a la vivienda de Lucía y su prima. Justo llegó la Policía con dos móviles del Samec para trasladarla por prevención a la mujer y su pariente. «Nos arrojaron piedras cuando salíamos. A mi prima una pedrada le pasó cerca de la cabeza».
Otra piedra arrojada por un enajenado dio en el parabrisas de una de las ambulancias. La policía logró a tiempo extraer del barrio a las dos mujeres. Este miércoles la joven fue sometida a nuevos exámenes de rigor. Tanto el sanguíneo como las placas de pulmones resaltan la buena salud de la joven sin síntomas de afecciones.
Irresponsabilidad e injusticia
“Me trataron como un delincuente. Solo fui a trabajar afuera y me contagié. Hubo políticos que foguearon todo esto, tuve miedo de lo peor cuando nos sacaron del barrio, pensaba que moría”, aseguró la joven. Su testimonio no es otra cosa que el relato patente de la discriminación y estigma a las personas contagiadas. Una situación que se torna mucho más injusta cuando se analiza que la joven es asintomática. Su vivencia es resultado del temor propio de las masas, pero exacerbado por una actitud provocadora e irresponsable, que fogonea sin medir las consecuencias de la respuesta social en las calles. La violencia ocurrida en Rosario fue inusitada, pero también provocada y es necesario frenar estas reacciones que pueden ser más letales y lamentables que el virus más mortífero.