La joven estudiante no pudo sobrevivir a una sentencia dictada por una expareja, que aunque fue denunciada como tal, no tuvo eco en la Justicia, nadie escuchó a la víctima entonces, tampoco cuando cayó al piso polvoroso de una calle del Valle de Lerma.
«Agustina se fue al cielo», dijo una jovencita a una niña que miraba el cortejo fúnebre de Agustina Cruz, la adolescente de 17 años que el viernes fue emboscada y asesinada en la vía pública por su exnovio, en un crimen cuya crónica ya había sido escrita por otras tantas víctimas.
Agustina y sus deudos, cientos de ellos, pasaron por frente de la Policía de Coronel Moldes. Un clamor de justicia que no fue unánime, la fe pública estaba otra vez vencida.
Sin patrulleros, sin personal, sin elementos la seguridad no es tal. Las flores que los deudos arrojaron a la policía eran un adiós camuflado de colores.
La joven estudiante no pudo sobrevivir a una sentencia dictada por una expareja, que aunque fue denunciada como tal, no tuvo eco en la Justicia, nadie escuchó a la víctima entonces, tampoco cuando cayó al piso polvoroso de una calle del Valle de Lerma.
Duro fue el adiós para decenas de adolescentes que se dieron cita ayer en el complejo municipal de Moldes para dar el último adiós a su compañera.
Bailaron para ella, lo hicieron casi sin mirar, con rostros contenidos, música para teñir el negro de un crimen más que lamentable. Una nota de color para apaciguar un vendaval de emociones. La muerte de una adolescente es, fue y será siempre una tragedia.