Este lunes y martes declararán los directores de la agencia ante el juez Juan Pablo Augé. Los exespías los señalan como responsables de los seguimientos a políticos, sindicalistas y hasta obispos.
¿Yo señor? No señor ¿Pues entonces quien tiene la culpa? Cerrando el círculo del viejo juego del Gran Bonete de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) este lunes declarará por el espionaje político ilegal la exjefa operativa de la central de espías, Silvia Majdalani, mientras que el martes lo hará el llamado Señor 5, Gustavo Arribas, extitular de la AFI. Hasta ahora, los espías de calle que siguieron, escucharon y fotografiaron políticos sostuvieron que recibieron órdenes del jefe de Operaciones Especiales, Alan Ruíz, y que las instrucciones parecían venir de más arriba, de Majadalani. Ruiz –ya procesado– declaró que esos espías eran unos delincuentes, que los quiso echar, pero que de todas maneras se hicieron las operaciones de espionaje por el peligro de atentados terroristas. El exdirector de Contrainteligencia, Martín Coste, afirmó que él no tuvo nada que ver porque en la AFI el macrismo montó una estructura paralela, con Alan Ruiz y expolicías de la Ciudad que no cumplían con la cadena de mandos, sino que directamente reportaban a Majdalani. Y lo más probable es que Majdalani le eche la culpa al juez Federico Villena diciendo que ella actuó en base a una autorización del magistrado ante el peligro de que en el marco del G-20 se pudieran producir acciones terroristas. Además dirá que esto ocurrió en CABA y que ya fue evaluado por otro juez en Comodoro Py y tanto ella como Arribas fueron sobreseídos.
Difícil
La exseñora 8, Majdalani, llegará este lunes al juzgado de Lomas de Zamora de Juan Pablo Augé, con pocas expectativas. Sucede que el magistrado junto con los fiscales Cecilia Incardona y Santiago Eyerhabide desnudaron gran parte de las maniobras y desmantelaron los argumentos de todos los que intervinieron. Surge así, por ejemplo, del procesamiento de Alan Ruíz.
Augé sostuvo en ese texto que si había alguna amenaza contra Cristina Fernández de Kirchner debía advertirse a la exmandataria y a su custodia de la Policía Federal. Y, además, semejante peligro ameritaba una denuncia específica y una causa judicial propia, algo que no se hizo.
Para colmo, las instrucciones que tenían los espías no eran vigilar si alguien estaba a punto de dejar un paquete explosivo en el Instituto Patria o en el domicilio de CFK, sino que debían informar quién entraba y quién salía, si se mudaban o si sacaban bolsos. Esto último también era una maniobra: como se recordará el domicilio de la expresidenta fue allanado en su momento y no se encontró nada de nada. La realidad es que querían espiar con quién se reunía la entonces senadora y cuál el armado político que preparaba CFK de cara a las elecciones 2019. Es lo que explica que también se espió a Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Diego Santilli, Cristian Ritondo y otras figuras de Cambiemos que en algún momento barajaron el Plan B, que la candidata presidencial fuera Vidal y no Macri.
Todo ese panorama de evidencias presagia que Majdalani terminará procesada y lo mismo podría ocurrir con Arribas que argumentará que él no estaba a cargo de las operaciones.
Policías
Más allá de que en Lomas se instruyen dos causas, ahora ambas en manos de Augé, Incardona y Eyherabide, una parte importante de las evidencias fueron recogidas de las declaraciones y de los celulares de los espías que integraron el grupo Super Mario Bros, unos 18 agentes, en buena parte provenientes de la Policía de la Ciudad. Como señaló un referente de Cambiemos: «no tenemos muchas excusas. Era gente de nuestra policía que llevamos a nuestra AFI y que además entraban a nuestra Casa Rosada«.
Las pruebas son sólidas: fotografías de gran cantidad de protagonistas de la realidad política, en sus casas, en reuniones, con sus familias. Y el listado, por ejemplo, incluyó al obispo Jorge Lugones, de relación con el Papa Francisco, porque querían saber si el pontífice estaba concretando algún armado político en el país. En la misma línea, se hacían informes sobre las organizaciones sociales y las marchas que realizaban. El espionaje llegó hasta Florencia Macri y su pareja, a quienes les sacaron fotos desde una obra en construcción vecina a su domicilio, tal vez por un conflicto económico dentro de la familia Macri.
En el caso del Patria, el propio personal del instituto se dio cuenta de que había un vehículo estacionado cerca de la sede central y desde la cual espiaban quién entraba y quién salía. La Policía de la Ciudad los identificó como de la AFI lo que produjo un enorme escándalo, por supuesto tapado por los grandes medios.
En todos los casos, los espías dijeron que lo que hicieron fue por orden de Alan Ruíz, pero presentaron algunas evidencias de que las directivas venían de más arriba, de Majdalani.
Sucios
En su defensa, Ruiz argumentó que Super Mario Bros era un grupo operativo que él no formó, sino que se lo encontró ya formado y trabajando en una base de afuera de la AFI.
El director de Operaciones Especiales sostiene que Leandro Araque, Facundo Melo y Jorge Sáez vivían haciendo negocios oscuros –extorsionar a quienes compraban dólares en el mercado negro–, operaban para que el Estado le pagara a alguna empresa o jugaban a favor de una fracción de la barra brava de Boca Juniors contra otra fracción. Ruiz sugiere que eran autónomos, pero hay audios que lo dejan en evidencia, aunque él niega que la voz sea la suya.
De todas maneras, en el organigrama no existe la Dirección de Operaciones Especiales lo que juega en contra del propio Ruiz y de Majadalani, porque el juez dice que esa es una demostración de que había un visto bueno de arriba.
Explícito
En el texto del procesamiento a Ruiz, el juez Augé reveló que tiene cuatro testigos de identidad reservada, todos hombres de carrera de la AFI, que contaron la política de macrismo explícito que hubo en la central de espías: llenaron el organismo de policías y funcionarios del área de Seguridad, sin formación en inteligencia, aliados políticos que no respetaron ninguna estructura y que violaron la ley a cada paso. Para colmo, los policías no tienen la costumbre de guardar un secreto, de manera que las operaciones se comentaban entre todos, se recurrió a narcos y otros buchones y las lealtades fueron inexistentes al punto que los agentes grababan lo que decían sus jefes y hasta llegaron a contarle a Santilli que lo estaban siguiendo.
La declaración del director de Contrainteligencia, en teoría el superior de Ruiz, fue lapidaria. Martín Coste contó con pelos y señales que toda la estructura macrista funcionaba sin control, por fuera del organigrama. Se ordenó espiar el Instituto Patria y al domicilio de CFK y luego, cuando eso salió a la luz, fraguaron documentación sobre terrorismo, poniéndole fecha anterior, para justificar el espionaje ilegal. Coste sostiene que Majdalani ordenó personalmente esa maniobra.
Política
Majdalani y Arribas ya hicieron intentos por frenar la causa de Lomas argumentando que debía instruirse en Comodoro Py y que ya hubo un fallo de Marcelo Martínez de Giorgi absolviendo al dúo porque contaron con una orden judicial de Villena a raíz del G-20. Ya hay prueba más que suficiente que la reunión de presidentes fue sólo una excusa para concretar el espionaje a oficialistas y opositores.
Pero, además, una mirada menos estrecha permite ver que el falso abogado Marcelo D’Alessio reportaba a dos comisarios que, a su vez, recibían instrucciones de la AFI, tal como descubrió el juez Alejo Ramos Padilla. En paralelo, dos altísimos cargos de la central de espías fueron a apretar al juez Luis Carzoglio para que ordenara la detención de Pablo y Hugo Moyano, al punto que le llevaron el escrito para que solo tuviera que firmarlo. Por su parte, el área 50 del Servicio Penitenciario Federal espiaba a los ex funcionarios y empresarios detenidos en el penal de Ezeiza y, de inmediato, también informaba a la AFI, por lo que hacían informes sobre las visitas y conflictos en las familias, parejas o empresas.
Como se ve, había una única partitura, una política de espionaje contra la oposición, incluyendo cierta oposición dentro de Cambiemos, dentro de la iglesia, las organizaciones sociales y hasta en la familia Macri. Es seguro que ni Majdalani ni Arribas se defenderán apuntándole al expresidente, pero será difícil encontrarle explicación a un espionaje tan amplio que abarcó desde CFK a Rodríguez Larreta, la causa de Gas Licuado, los Moyano, Vidal, el obispo Lugones y Florencia, la hermana de Mauricio.