La cuarentena obligó a un control intensivo. Se siguen con lupa los pagos y los depósitos, mientras se hacen previsiones por si hay default de la deuda
Por Claudio Zlotnik
La escena se repite en dos de los bancos líderes del sistema financiero y en uno de tamaño mediano, de capital nacional. Lo que hasta antes de la cuarentena eran reuniones de directorio formales, una vez a la semana, ahora se ha transformado. De manera virtual -casi la totalidad de los ejecutivos hacen su tarea por «teletrabajo»- todos los días, a las cuatro de la tarde, una mesa de directores «ampliada» comparte la información que surgió durante la jornada.
A diferencia de las tradicionales reuniones de directores, de las «call» que se organizan vía online ahora participan los máximos responsables de sectores considerados sensibles para el negocio financiero en plena cuarentena: riesgo crediticio, mercado bursátil y cambiario, relaciones con las empresas y con el Banco Central.
La idea de los financistas es que no se pase ningún dato que pueda sugerir una profundización de la crisis. Para hacer el seguimiento, en algunas entidades financieras vienen recurriendo a una especie de «semáforo virtual». Los colores rojo, amarillo y verde permiten a los menos familiarizados con la estadística de cada rubro tener una percepción cabal de los datos.
La primera información que encendió la luz amarilla fue lo ocurrido con el pago del último vencimiento de las tarjetas de crédito, que había sido aplazado por el Banco Central al lunes 13.
Según cada banco, entre 55% y 60% de los clientes pagó el total de sus consumos el día del vencimiento, que algunas entidades estiraron incluso al miércoles 15. Se trata de un número menor al usual de los clientes que abonan el total de la tarjeta el día del vencimiento.
En general, sólo el 20% -una de cada cinco personas- elige financiarse con la tarjeta de crédito. En algunos bancos, ese porcentaje sube al 25 por ciento.
Pero está claro que, en plena cuarentena, los ingresos de la gente ha disminuido y hubo más clientes que eligieron esa posibilidad. También ayudó el hecho de que el Banco Central forzó una baja en el costo de ese financiamiento, que se encuentra entre 65% y 70% (CFT) anual (contra un CFT promedio del 145% anual a comienzo de este año).
Esa baja en el pago al contado del resumen de las tarjetas puso en alerta a los financistas. Es uno de los síntomas que dimensionan lo que se viene: un sensible incremento de la morosidad en el sistema financiero.
Este es, precisamente, otro de los semáforos que siguen muy de cerca. Por ahora, el salto que se nota en la morosidad no es alarmante. Por ese motivo, en algunas entidades encendieron el «amarillo».
Lupa en la morosidad y en los depósitos
En concreto, la morosidad de los individuos es la que, por ahora, va al frente, con un 7% al 9%, según los distintos bancos consultados. Si se comparan estos números estimativos y parciales con lo que se sabe del resto del sistema financiero, por los datos del Banco Central, la conclusión es que ya se evidencia un salto: según el BCRA, la demora en los pagos de las familias en febrero último era del 4,6 por ciento.
La morosidad de los créditos a empresas -que ya se situaba en el 8,1% en febrero-, también se ha visto impactada en las últimas semanas. Todavía no hay una estimación del ratio al que podría llegar esa irregularidad. Pero en los bancos consultados por iProfesional existe un consenso de que en las empresas será peor que en las familias.
«No nos sorprendería que se duplique», admitieron en una de las entidades líderes consultadas.
Otro indicador clave que monitorean en el día a día refiere a la evolución de los depósitos. Los plazos fijos en pesos cayeron al mínimo de los últimos tres meses, pero en las entidades explicaban que esa tendencia negativa se dio en plena cuarentena, durante la cual los bancos estuvieron cerrados, y después parcialmente abiertos.
Hubo plazos fijos que vencieron -por más de $100.000 millones- y no pudieron renovarse porque los ahorristas no podían entrar a las sucursales. En su mayoría era de parte de jubilados o de personas que no se manejan por la web del banco.
La luz «amarilla» en los bancos se encendió cuando en las redes sociales se viralizó que las ventanillas de las sucursales no abrían para las operaciones en pesos ante la existencia de un «corralito».
Frente a esa circunstancia, el Banco Central incluyó -en una resolución- la posibilidad de que los grandes ahorristas pudieran sacar el efectivo mediante un previo acuerdo con el gerente de cada sucursal.
El default, la peor pesadilla de los banqueros
«Nosotros estamos obligados a cuidar los ahorros de nuestros clientes. Por eso estamos tan preocupados ante la posibilidad, cada vez más cierta, de un default«, argumentan en otra de las instituciones consultadas por iProfesional.
Los banqueros critican la postura del Gobierno de colocar a las entidades como las protagonistas de las políticas públicas. Lo dicen a propósito de la obligación de prestarles a las pequeñas y medianas empresas a una tasa de interés del 24% anual (negativa).
«El salvataje real y masivo de las pequeñas y medianas empresas depende exclusivamente del Estado. No pueden hacernos responsables a nosotros porque nuestra capacidad, frente a la crisis, es muy limitada», afirman.
En este contexto, entre los banqueros se agranda el temor a los efectos de un eventual default de la deuda pública.
La dureza de la oferta a los bonistas y la advertencia, de Martín Guzmán, de que no hay espacio para flexibilizarla para lubricar un acuerdo, encendió otras de las alarmas en las reuniones virtuales de los financistas.
«Un default empeora el perfil del Estado. ¿Cuál es la potencia de un Estado quebrado para impulsar medidas de salvataje, en un momento tan complicado, de semejante incertidumbre», argumenta uno de los directores de un banco extranjero.
Otro de los financistas consultados completa la idea, en esa misma línea de pensamiento: «¿Acaso puede venir el Estado a plantear que garantiza los créditos al sector privado, si ese Estado está quebrado? Tiene muy poco margen».
Lo cierto es que desde el inicio de la cuarentena, los banqueros estuvieron en el centro de las críticas de los funcionarios. Sobre todo del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas.
Kulfas, ex secretario Pyme durante la anterior gestión de Cristina Kirchner, es un conocedor en el funcionamiento de las pequeñas empresas. Y sabe de las limitaciones que tiene ese sector para acceder al financiamiento bancario.
El ministro es un crítico histórico de los bancos. «Vemos con preocupación que muchos van muy lentos con esto, es un sector que ha tenido buenos ingresos en el pasado. Hoy hubo un poco más de movimiento en el financiamiento a la pymes, pero muchas empresas todavía ven trabas. Necesitamos un apoyo más amplio», reclamó
Los banqueros observan (con incomodidad) que Kulfas viene ganando consideración en el Gabinete, y sus posiciones tienen resonancia. Por ejemplo, la idea de sacar los créditos a una tasa cero para monotributistas y autónomos. El ministro había diseñado esa medida también para las pymes, pero por ahora no tuvo eco.
Desde los bancos se resisten a trazar un paralelo de esta crisis con lo sucedido en 2002. Aquello fue extraordinario. «Y seguramente irrepetible», opina (desea) el ejecutivo de un banco de mediano porte de capital nacional.
Sin embargo, puertas adentro, en esas reuniones virtuales de las cuatro (o, a la sumo, cinco) de la tarde, los financistas imaginan y ponderan distintos escenarios de estrés. Aceptan que, a diferencia de otras crisis, en ésta que se ha profundizado con la pandemia del coronavirus, los bancos -como tantos otros sectores- ya vienen muy golpeados por tres años consecutivos de recesión económica.
Fuente; iProfesional.com