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El País

Esperanza Argentina con su éxito ante el coronavirus, pero se generan dudas

Los buenos números del país pueden deberse al bajo número de tests realizados, pero Alberto Fernández se vanagloria de la respuesta a la pandemia: «Si hubiéramos aplicado la política de España, hoy tendríamos 400 muertos»

Tras jornadas eternas en las que el coronavirus es el monotema, Alberto Fernández se sumerge en Twitter ya de madrugada. En la noche del domingo, el presidente argentino se encontró con que un periodista ligado al peronismo gobernante definía a otro hombre de los medios, mucho más popular y reconocido, como «gordito lechoso». El agredido, Jonatan Viale, había alertado del peligro de que Fernández se «enamore de la cuarentena», que le esta dando niveles insólitos de popularidad.

El presidente hizo retuit del tuit, altamente descalificatorio. A la mañana siguiente debió dar marcha atrás con una confusa disculpa y borrar el retuit. Fernández es, señalan analistas locales, un presidente de dos caras: vende y ejerce muchas veces la moderación en medio de una crisis que se cargó a sus espaldas, pero con frecuencia tiene llamativos derrapes.

El centro de Buenos Aires está desierto en medio de la cuarentena, y ese vacío hace que impresione más aún de lo habitual la mole del edificio racionalista decorado con la gigantesca figura de Eva Perón en la Avenida 9 de Julio, la más ancha del mundo. Tras recorrer pasillos muertos en los que se reparten varios bustos de Evita, se llega a la Sala de Seguimiento de la crisis del coronavirus. Hay gestos serios, pero no de tensión. Se adivina incluso cierto optimismo. Como dice Fernández, el país está logrando «aplanar la curva».

Hasta la noche del lunes, Argentina mostraba solo 2.277 casos y 98 muertos, unas cifras proporcionalmente muy por debajo de las de vecinos como UruguayChile o Brasil, aunque en este último caso mucho tenga que ver la errática política de Jair Bolsonaro frente al virus.

Fernández extendió el viernes hasta el 26 de abril la cuarentena que se inició el 20 de marzo, y dio a entender que la seguirá manteniendo en mayo. Tan aliviado estaba con las cifras que mostró a los periodistas en diferentes gráficos, reforzando ese perfil de profesor universitario que tanto le gusta exhibir, que dejó una frase impensable para un anuncio de extensión de cuarentena: «Entremos en esta nueva etapa con alegría».

No es esperable que haya alegría en un país que vivió en recesión seis de los últimos ocho años y que ve con temor que la cadena de pagos comienza a romperse, porque los comercios cierran y el desempleo crece mientras la industria está paralizada. Mucho menos cuando el propio presidente dice, en esa noche en que propone alegría, una frase tan dura como esta: «Nadie sabe cuándo va a terminar este martirio, nadie lo sabe. La única posibilidad que tenemos es hacer lo que estamos haciendo».

Pero el gobierno transmite cierto sereno optimismo, y se compara constantemente con países infinitamente más golpeados por el virus, al tiempo que deja claro qué podría haber pasado de no haberse aplicado la cuarentena en una etapa bien inicial, cuando había solo 97 casos y tres muertos: «Hoy tendríamos 45.000 casos y quien sabe cuántos muertos en el camino».

La frase es también de Fernández, que llegó a atender la semana pasada diez llamadas de Cristina Kirchner, su vicepresidenta, en una misma jornada, según Clarín. El presidente se comparó varias veces con la España de Pedro Sánchez, uno de sus aliados a nivel internacional. «Si hubiéramos aplicado la política de España, hoy tendríamos 400 muertos», dijo un día. «Si nos llega un español al país nos puede hacer un estrago», añadió otro.

Esperanza Argentina con su éxito ante el coronavirus, pero se generan dudas
Un usuario con mascarilla en el metro de Buenos Aires.EFE

La comparación con EspañaItaliaEstados UnidosBrasil y Chile es constante por parte de Fernández, que recibió una seca respuesta del gobierno de Sebastián Piñera.

«El mundo estudia el caso argentino», llegó a vanagloriarse el presidente, todo un riesgo cuando aún no empezó la fase más cruda del otoño y el invierno austral. Fernández, que decidió no usar mascarilla, aunque en la capital del país ya es obligatoria desde hoy, viene haciendo una fuerte pedagogía para que se cumpla con la cuarentena, de la que es un fervoroso impulsor y que es una de las dos recomendaciones clave de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

FALTA DE PRUEBAS DEL COVID-19

El problema está en el segundo asunto en el que pone énfasis la OMS, la necesidad de realizar la mayor cantidad de pruebas de Covid-19 posibles. En ese ranking, la Argentina está bien abajo, y cuando la pregunta le llega, Fernández responde con rodeos: «Hay que tener en cuenta que el mundo esta viviendo una situación compleja. Como dicen los economistas, hay recursos limitados para necesidades infinitas». La agencia Bloomberg le insistió en la posibilidad de que, teniendo en cuenta esa escasez de controles, la información de casos que se maneja hoy esté teñida de cierta irrealidad.

«No», dice Alejandro Costa, subsecretario de Estrategias Sanitarias, en diálogo con EL MUNDO en el edificio custodiado por Evita. Costa es el jefe de la Sala de Seguimiento, y responde con serenidad todas las preguntas. Pero los tests siguen siendo muy pocos: «Hicimos 63.000 hasta ahora, 326 por millón de personas». Chile está haciendo 2.900 por millón y Uruguay, 1.600.

Ginés González García, el ministro de Salud, fue incluso más vago que Fernández cuando días atrás se le preguntó por el tema. El veterano ministro, por tercera vez en el cargo y que ya tuvo varias declaraciones entre confusas y desafortunadas, solo dijo que se compraron «medio millón» de tests que están por llegar al país, que tiene además fábricas para producir sus propios respiradores. El domingo, Fernández dijo algo sorprendente: aseguró que la OMS le dijo a González García a principios de febrero que el virus moría a los 24 grados. Y añadió que, como el virus muta, ahora resiste en el frío.

Esperanza Argentina con su éxito ante el coronavirus, pero se generan dudas
Un hombre pide monedas y ayuda en la Avenida 9 de Julio, en Buenos Aires.EFE

Lo que está claro es que la Argentina está en el tramo inferior a nivel mundial en cuanto a cantidad de controles. Fernán Quirós, el ministro de Salud de la ciudad de Buenos Aires, que concentra el 60 por ciento de los casos del país y es gobernada por la oposición, dijo que las cifras no son reales en ningún país: «Las estadísticas internacionales subestiman en forma tremenda la cantidad de infectados».

Sin saber la cantidad de infectados es más complejo desarrollar estrategias efectivas, algo de lo que advirtió días atrás el neurólogo Conrado Estol en una entrevista con Infobae: «Si a la gente no le tomo la presión, no la voy a poder tratar nunca por presión alta. Si no testeo, no sé quién está afectado. Estamos contando mal. Deberíamos tener al menos unos 30.000 infectados».

En el Ministerio de Salud creen que Estol está mal informado y equivocado, y recalcan el dato de que no hay saturación de las infraestructuras sanitarias en general ni de cuidados intensivos en particular. «Nosotros tenemos una fuerte política preventiva. Y está haciendo efecto».

Fuente: Elmundo.es

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