El premio Nobel encabezó en la Feria del Libro de Buenos Aires la presentación de su libro “La mirada quieta”, en el que aborda la obra del escritor español Benito Pérez Galdós.
“Siempre estoy escribiendo una novela aunque a veces no sale y simplemente la guardo”, confesó ante un auditorio colmado el premio Nobel Mario Vargas Llosa y durante la presentación en la Feria de su libro “La mirada quieta”, en el que aborda la obra del escritor español Benito Pérez Galdós, definió a la novela como “constitutiva del ser humano” y promotora de la libertad: “El ser humano necesita de esas visiones que ponen en movimiento a la sociedad. Las novelas forman y renuevan una sociedad militante que exige cambios y crean una distancia crítica”.
En una sala José Hernández a tope y con lectores que eligieron quedarse a escucharlo parados y guiado por las preguntas e intervenciones del periodista y escritor Jorge Fernández Díaz, el escritor peruano sedujo a un auditorio silencioso y atento con su lectura sobre la obra de Pérez Galdós, su valoración de Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, y sus días en Buenos Aires, pero también con reflexiones de corte más político, como cuando analizó con vehemencia la invasión rusa a Ucrania o el presente político de Latinoamérica.
En algunos tramos de la charla se animó a cruzar la mirada del escritor con la del articulista, por ejemplo al considerar que para que florezca la buena literatura hace falta libertad política: “Las novelas se escriben con verdadera libertad. Y a la vez, la existencia de una novelística importante es central para la sociedad y para la política. Hoy, la novelística latinoamericana está muy por encima de la realidad política y social”, dijo.
Vargas Llosa, quien contó al principio de la charla que escribe una novela de lunes a sábado pero que guarda religiosamente el domingo para cumplir con su rol de articulista en diarios como El País, asumió que -a diferencia de lo que sostenía el otro Nobel latinoamericano, Gabriel García Márquez– esa función atada a la realidad política y social no solo no le “quita energía narrativa” sino que le resulta fundamental, “una actividad programada”.
“¿Y Pérez Galdós no era un buen articulista?”, lo consultó Fernández Díaz con picardía. “No -respondió rápido el autor de “Conversación en la catedral” y “La ciudad y los perros”-. Sí fue un novelista esencial”. Y explicó por qué lo considera un autor “irregular”: «Nunca he leído a un escritor de principio a fin como a él. Con muchas paradojas. No trascendió fuera de España y sin embargo su sueño era ser traducido al francés. Su gran novela ‘Fortunata y Jacinta’ no se puede leer en francés”.
“Un escritor no siempre es un gran escritor y en el caso de Pérez Galdós hay mucha diferencia entre las novelas buenas y las que no lo son. Fue el primer escritor profesional que apareció en nuestra lengua, se comprometió a escribir una novela cada tres meses y bueno, eso no salía siempre bien. Él además no corregía las novelas, hacía pequeñas anotaciones pero nunca reescribía porque era como un principio”, explicó, didáctico, Vargas Llosa. Y contó que, a diferencia del autor que convirtió en su objeto de estudio durante la pandemia, él sí es un corrector metódico de sus novelas: “No podría escribir una novela de forma ligera. Las trabajo. A veces directamente las rehago”.
Después, rescató la mirada “imparcial” con la que Pérez Galdós abordaba los hechos históricos de sus novelas. “Sus libros fueron de los más vendidos en su tiempo y la mayor parte de los episodios nacionales son ligeros y entretenidos. Él se esforzó para ser realmente imparcial, ese sí es un gran mérito, algo muy difícil”, evaluó.