Un concepto muy repetido en estos tiempos es que el mundo no volverá a ser el mismo después de la pandemia del Covid-19. Seguramente habrá cambios en muchas áreas. Los que serán más veloces y perceptibles se registrarán en la forma de viajar y de hacer turismo. Este sector genera cada año, en el mundo y según datos del Consejo Mundial del Viaje y el Turismo, el 10,4% de lo producido por la actividad económica. Es un segmento que sostiene, globalmente, 319 millones de empleos. En la Argentina, según el Gobierno, aporta US$5400 millones anuales de exportaciones y moviliza $165.000 millones en consumo interno. La caída que sufre la actividad en este primer semestre barrerá con esas cifras y la recuperación que se espera será lenta y se irá dando por segmentos.
Matías Lammens, secretario de Turismo de la Nación, recuerda que el turismo era una de las industrias con mayor crecimiento a nivel global antes de la actual crisis. El turismo receptivo representaba el cuarto ítem de ingresos de divisas para la Argentina, y en febrero de este año ese ítem registró un aumento de 12% interanual. En términos de turismo interno, dice el funcionario que el último fue un verano histórico: «Hubo ocupación plena durante los fines de semana de enero en los principales destinos; fue el mejor febrero para Mar del Plata de, por lo menos, los últimos 25 años y hubo un número récord de visitantes en todo el país durante el fin de semana largo de Carnaval».
Después de eso, claro, llegaron los efectos del coronavirus y de la decisión de disponer el aislamiento social obligatorio. «En este contexto de crisis global, trabajamos fuertemente para sostener las fuentes laborales de una industria estratégica para el país, que emplea a 1,1 millones de personas. A mediano plazo, entendemos que el incentivo al turismo interno será fundamental para reactivar al sector. Y a largo plazo retomaremos la estrategia de promoción de nuestras maravillas poniendo foco en la naturaleza, en línea con las nuevas demandas globales, y en los grandes centros de emisión de turistas, como Europa, Estados Unidos, China y Brasil, tal cual habíamos empezado a hacer».
Michel Durrieu, exrepresentante de Francia ante la Organización Mundial de Turismo, y Gustavo Santos, exministro de Turismo de la Nación, están trabajando en un libro sobre las tendencias del sector una vez pasada la crisis por la pandemia: «¡La humanidad no dejará de viajar! No hay dudas al respecto, pero modificará sus conductas de consumos. Nada será igual; nunca antes habíamos sentido esta sensación de que no teníamos adónde ir, adónde escapar. Ahora nos pasa simultáneamente a todos, en todos los sitios del planeta. Tomamos conciencia de la posibilidad de contagios globales y sabemos que no somos inmunes a una nueva pandemia igual o peor. El miedo paraliza y aísla, pero existe también una conciencia poderosa de libertad que nos impulsa a desafiar cualquier obstáculo para ejercerla».
¿Cuáles son los principales cambios que prevén los especialistas? En una primera etapa -durante el segundo semestre- se dará el inicio de algunos viajes domésticos; después vendrán los regionales y, más tarde, los internacionales. Las líneas aéreas, según se considera, podrían modificar aspectos de los viajes para que, por ejemplo, haya más distancia entre pasajeros cuando todavía haya prevenciones por parte de la gente.
Los alojamientos «tradicionales» (hoteles reconocidos como tales) podrían recuperar espacio en la elección de los viajeros, dado que se buscará contar con mayor seguridad, con garantías de higiene y con respuestas en casos de emergencias. Los lugares masivos serían desplazados durante un lapso importante por otros, en los que no puedan reunirse muchas personas. La actividad de los cruceros sería una de las más golpeadas en el corto plazo, igual que el turismo dirigido a la tercera edad.
Desde la Latin American Hotel & Tourism Investment Conferences (Sahic), indican que el efecto del Covid-19 no tiene precedentes en los últimos 50 años, ni siquiera con crisis como las generadas por el 11-S en 2001, la caída de Lehman Brothers en 2008, o el NH1 un año después. Todas esas situaciones provocaron un impacto importante en los viajes, pero ninguna con tanta fuerza como la de estos días. La peor caída fue del 4% global en 2008, pero luego la reacción fue rápida. Ahora se mira lo que sucede en China con la curva del negocio (no con la de los datos epidemiológicos), como base de lo que podría darse en el resto del mundo.
Ese registro de la actividad en China indica que pasaron unas 12 semanas hasta que se «empezó a ver la luz», apunta Arturo García Rosa, presidente de Sahic. El movimiento cayó a casi cero durante cuatro semanas; en la quinta levantó apenas 3% y hoy está al 30%. Sobre esa configuración, estima que en la Argentina primero habrá un lento despegue doméstico «con algún cruce regional a Uruguay o Chile, donde la situación está bastante controlada», seguido por los viajes de negocios (sin convenciones ni ningún tipo de reuniones masivas). García Rosa indica que las líneas aéreas están haciendo planificaciones sobre ese esquema. «Todo lo que es ocio y placer vendrá en una etapa posterior, incluso después de las convenciones», agrega.
En 2019, según cifras provisorias, 170 millones de chinos hicieron turismo: «El crecimiento es extraordinario, es el eje del movimiento mundial. En el año nuevo hay 700 millones de personas viajando adentro y afuera; eso es parte del nuevo consumo que apunta al lujo, a la moda. El 1º de enero la provincia de Hubei, cuya capital es Wuhan, decretó la cuarentena de 60 millones de personas, pero en el resto del mundo no se le dio la trascendencia que eso implicaba. Ya en diciembre habían empezado los contagios a causa de los viajes. Ahora está esa sensación de ’fin del mundo’», dice Diego Guelar, exembajador de la Argentina en China.
Para Guelar, el factor tiempo es la clave, y si el virus se extiende durante unos cuatro meses como pareciera marcar la experiencia china, «el efecto ’instinto de conservación’ hará que en cada región del mundo todo vuelva. Más que todo va a cambiar, por la condición humana, creo que todo va a volver como ocurrió otras veces después de guerras y pandemias. Volverán los viajes, los chinos y el consumo».
En la Argentina, quienes están en actividades involucradas de manera directa están muy preocupados, porque entienden que hay empresas que sin «la ayuda directa» del Estado no podrán volver a operar. En el sector hay muchas pymes que no tienen espaldas financieras para soportar el freno. El presidente de la Cámara Argentina de Turismo, Aldo Elías, entiende que el regreso de los viajes será «completamente diferente» y que los cambios se vincularán con el temor de la gente.
«El mejor panorama es que haya una vacuna, como pasa con la fiebre amarilla. El proceso será muy lento, con incidencia notable en segmentos como el de la tercera edad, que fue ganando volumen con el tiempo. Incluso es probable que en los viajes de negocios se haya percibido que los encuentros se pueden resolver de manera virtual y, entonces, por costos, se retraigan», dice Elías.
Graciela Fresno, titular de la Federación Empresaria Hotelera Gastronómica de la República Argentina (Fehgra), coincide en que habrá una demora «importante» en la normalización, sobre todo en el turismo internacional: «Se analizará más a dónde ir, se elegirán lugares seguros, se evitarán aglomeraciones. La hotelería se adaptará a esas modificaciones, aunque es muy probable que en el país haya establecimientos que no seguirán». La federación tiene 15.000 asociados y la mayoría son pymes y empresas familiares.
Los referentes locales insisten en que habrá que pensar cambios en el modelo impositivo. Elías señala que quedaron claros los obstáculos que representa la alta informalidad a la hora de tomar medidas. «El país estaba fundido desde hace mucho, porque no hay ecuación que tolere 40% de informalidad -agrega-. Hay que replantear el escenario y la competencia desleal debe desaparecer. Es hora de valorar lo que es consumir lo que está dentro de la ley».
Los servicios turísticos online como Despegar también se preparan para la nueva etapa. Mariano Rocatti, gerente general para la Argentina y Uruguay, dice que nunca estuvieron en una situación así: la facturación local llegó a cero, y el sector ya venía con una fuerte caída, según datos de la Federación Argentina de Empresas de Viajes.
Rocatti comenta que, desde el inicio de la pandemia, el foco fue «atender las consultas de los viajeros en curso o que tenían itinerarios planificados y garantizar el desarrollo sostenible de la compañía». Y agrega: «La crisis dejará cambios en todos los órdenes, desde nuevas medidas sanitarias para el transporte hasta cómo compramos los viajes y destinos preferidos. Puede que sigan los controles de temperatura en aeropuertos y que haya requerimientos de ingresos más estrictos, como la exigencia de certificados de inmunidad o testeos. Se consolidará la tendencia de compra online para gran parte de la economía. Se privilegiarán los viajes con flexibilidad para cambios y devoluciones, y la gente optará mucho más por los seguros de asistencia». Despegar espera que, en el mediano plazo, las escapadas y salidas relacionadas con experiencias sean las más demandadas.
Santos directamente plantea que el sector está «siendo destrozado» y que no hay ningún exceptuado. «Fronteras cerradas, aviones en tierra, hoteles y restaurantes cerrados y, obviamente, los intermediarios en la comercialización de esas servicios, con actividad nula», define. Y dice que la falta de una respuesta global complica más la salida y vuelve imprevisible cómo reaccionarán» los diferentes países en el pos-Covid-19. «Un sutil límite separa las necesidades de preservación sanitaria y las restricciones de las libertades individuales», grafica, y advierte que en el turismo masivo todo deberá ser más amable, seguro, confiable y cercano.
El sector deberá «reinventarse, reconstruirse e integrar las nuevas tendencias, las nuevas expectativas de los turistas», considera Durrieu. Indica que se acelerará una transición, ya iniciada, hacia un turismo sostenible: con transporte y con movilidad más ecológica; alojamientos menos masificados y confinados y más cercanos al entorno natural; actividades más experienciales y vinculadas con las poblaciones y los destinos visitados.
Fuente: La Nación