600 muertos por día, el total asciende a 8.563 – 10.503 casos nuevos hasta acercarse a los 127.000 totales, siendo el gigante brasilero el país más afectado en la región
Si bien la llegada de la pandemia encontró desprevenidos a todos los presidentes, la expansión de la misma si que puede “combatirse” con decisiones acertadas y a tiempo. Jair Bolsonaro empecinado en mitigar las consecuencias del coronavirus, es también culpable de que el número de cifras en Brasil ascienda de decenas a centenares y a este paso, a miles. Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad. Lo está generando el mandatario con su discurso negacionista es promover una “especie de genocidio silencioso”.
Las autoridades sanitarias brasileñas reportaron 615 nuevas muertes como consecuencia de la Covid-19. De esta manera, la cifra total asciende a 8.563 decesos y 10.503 casos nuevos. Otro récord, siendo el gigante brasilero el país más afectado en la región.
Por si fuera poco y el día que se conocía que su portavoz está contagiado por el coronavirus, Bolsonaro afirmó que Brasil podría tener una crisis económica «como la de Venezuela» en caso de que no se escuche el «clamor de los empresarios» para flexibilizar las cuarentenas, al exclamar que «la libertad es más importante que la propia vida».
En paralelo, el nuevo Ministro de Salud de Brasil, Nelson Teich –alienado totalmente al mandatario, tras la destitución de su sucesor- dijo que “en uno o dos días” anunciarán la fecha de inicio de una campaña con directrices gubernamentales sobre el coronavirus. Sin embargo no se trata de una campaña sanitaria o con restricciones, es una campaña publicitaria. Con anuncios sobre cómo lavarse las manos o que alcohol usar. Otro mal chiste.
Miedo entre los vecinos, el Muro
Mientras tanto, el avance de la pandemia en el país, que podría convertirlo en el próximo epicentro global, preocupa a sus países vecinos como Paraguay, Uruguay, Argentina, Bolivia y Colombia. En Paraguay, las fuerzas militares cavaron una zanja profunda junto a la principal carretera de entrada a la ciudad de Pedro Juan Caballero desde la vecina ciudad brasileña de Punta Porá, para restringir la circulación.
En Argentina las provincias que limitan con el país vecino están trabajando para establecer corredores seguros donde los conductores brasileños puedan acceder a cuartos de baño y descargar sus productos sin entrar en contacto con argentinos. Bolivia, Uruguay y Colombia también estudian que medidas establecer para detener el flujo proveniente de Brasil.
El pulmón del mundo, la otra víctima del virus
Además en medio de la pandemia, lo madereros ilegales están haciendo «su particular agosto». Aprovechando que las autoridades centran sus esfuerzos en combatir los efectos del coronavirus, arrasan indiscriminadamente con el Amazonas.
Pese a se apodado como “el destructor” favoreciendo a agricultores y madereros mientras expone a los indígenas, expropiando tierras protegidas, de vez en cuando Bolsonaro “da su brazo a torcer”, anunciando medidas mínimas “de cara a la galería”.
Ayer autorizó el despliegue de las fuerzas armadas en la región amazónica para combatir los incendios y la deforestación, tres meses antes que en 2019, tras un enorme avance en la destrucción de la selva tropical más grande del mundo.
El año pasado, el mandatario esperó hasta agosto para enviar tropas a la región, después de las protestas de la comunidad internacional por una ola de incendios en la selva, que atrapa grandes cantidades de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático. La orden es efectiva del 11 de mayo al 10 de junio, pero puede extenderse a 60 días en total, como hizo el presidente el año pasado.
La deforestación en la Amazonía brasileña en los primeros tres meses de 2020 creció un 51% respecto al año anterior. El primer trimestre coincide con la temporada de lluvias, cuando la destrucción generalmente es menor.
Por su parte los defensores del medio ambiente sostienen que la presencia de militares debería disuadir la destrucción ilegal de la selva a corto plazo, pero sostienen que las fuerzas armadas no pueden reemplazar la supervisión permanente de las agencias gubernamentales.