Hoy arranca la Asamblea General de la ONU. Tras el discurso de apertura del secretario general António Guterres se sucederán, durante ocho días los discursos de los representantes de los países miembros de la organización.
Con la sede de la organización semivacía y en medio de la crisis mundial por el coronavirus, la Asamblea General de la ONU arranca hoy con más discursos de líderes que nunca antes en sus 75 años de historia, pero todos virtuales y pregrabados.
El presidente estadounidense, Donald Trump, quien había dicho que quería ir a Nueva York a pronunciar su discurso, finalmente desistió de asistir, quizás, porque la gran sala prácticamente desierta -solo ingresará un diplomático por misión- no cuadraba con su estrategia de levantar su perfil internacional de cara a las elecciones de noviembre.
En el sitio web de la ONU, los discursos de los 193 países miembro de la organización se sucederán durante ocho días, el primero de todos el del presidente brasileño Jair Bolsonaro.
No habrá las acostumbradas reuniones bilaterales sucesivas, ni diplomacia «bajo la mesa» para hacer frente al coronavirus, ni encuentros al margen de los ministros del Grupo de Lima para debatir la crisis en Venezuela, ni visitas del presidente cubano a una iglesia del norte de Nueva York para fustigar el capitalismo.
Le seguirá Trump y, luego, los presidentes de Chile, Cuba, Irán, Colombia, México, entre otros, en tanto en el décimo orden se ubicará el presidente argentino, Alberto Fernández.
En las semanas pasadas, la ONU organizó varias cumbres temáticas virtuales sobre la enfermedad Covid-19, la lucha contra el calentamiento climático, el Líbano, Libia, la biodiversidad.
Aunque casi no hay nadie en el edificio de la ONU, se han instalado barreras de seguridad alrededor, informó la agencia de noticias AFP.
Pero el barrio de Turtle Bay en Manhattan, que cada septiembre se transforma en un búnker resguardado por cientos de policías a raíz de la visita de más de 10.000 jefes de Estado y de Gobierno, ministros y diplomáticos de todo el mundo, está inusualmente tranquilo.
Solo los periodistas «residentes» de la ONU -que tienen una oficina en el edificio y un pase especial- pueden trabajar desde la sede. Las cafeterías están cerradas, y los pasillos, silenciosos.
Para evitar problemas técnicos como ocurre regularmente en las videoconferencias del Consejo de Seguridad, la ONU pidió a los líderes que entreguen sus discursos cuatro días antes de su difusión, lo cual elimina toda espontaneidad y reacción a noticias recientes.