Tras purgar la máxima pena establecida por entonces -25 años, actualmente son 35- Popeye, como le decían a Brandán, hoy podría salir en libertad.
Tenía 22 años cuando los jueces de la ex Cámara III en lo Criminal de Salta lo condenaron a reclusión perpetua y reclusión por tiempo indeterminado, máxima condena que recibió Ariel Esteban Brandán junto a su amigo Marcelo Alejandro Torrico, autores de los delitos de violación, homicidio calificado por alevosía y criminis causa contra de Octavio y Melani Leguina. Tras purgar la máxima pena establecida por entonces -25 años, actualmente son 35- Popeye, como le decían a Brandán, hoy podría salir en libertad.
«Cerca de las 12 está previsto que salga caminando por la puerta principal de la Unidad «, sostuvo una fuente del Servicio Penitenciario consultada por respecto a la libertad que le corresponde a Brandán tras haber purgado la condena por el doble y atroz homicidio de los hermanitos Leguina, de 6 y 9 años.
Sin embargo, fuentes vinculadas al caso le confiaron a este medio que ante la inminente libertad de quien sindican como cómplice del sádico asesino Marcelo Torrico, desde una Fiscalía de turno habrían apelado dicha decisión.
En ese sentido, y frente a la incertidumbre que se generó, cabe suponer que la apelación apunta a algún error en el cómputo de la pena contra Brandán. De lo contrario no tendría sentido llegar a la instancia de impugnar la libertad de un hombre que cumplió con la condena impuesta.
Los hermanitos Leguina desaparecieron el 4 de mayo de 1998, seis días después sus cuerpitos aparecieron destrozados en un descampado de La Silleta, Villa Rebeca, en la zona sur de Salta capital. Los dos despiadados delincuentes, Torrico y Brandán, secuestraron, drogaron, ultrajaron y mataron a los menores.
En diciembre de 1999 concluyó el juicio contra los asesinos de Melani y Octavio, fueron condenados a la máxima pena y por tiempo indeterminado, es decir debían morir tras las rejas. Sin embargo, al cabo de algunos años se declaró la inconstitucionalidad de dicha medida -el tiempo indeterminado- y ambos penados cumplirán las penas impuestas: Brandán los 25 años por el doble crimen de los menores y Torrico también por esa misma causa, sumada a la pena por la fuga que protagonizó el 1 de enero de 2006.
Cuando ambos delincuentes fueron consultados por profesionales de la Salud, entre otros, sobre lo ocurrido en mayo de 1998 con los menores, ninguno se hizo cargo del doble crimen. Marcelo Torrico confesó el hecho y la violación contra la pequeña, lo relató con un «sadismo desmesurado», como si fuera «una película», sostuvo uno de los psicólogos, pero adjudicó los asesinatos a Brandán.
Se valió de su bajo perfil para «pasar desapercibido»
Psicólogos y psiquiatras que analizaron los perfiles de los criminales apuntaron que Brandán era más bien sumiso y manipulable. El psiquiatra David Flores, quien declaró en la sala de la ex Cámara III del Crimen integrada por Susana Sálico, Antonio Morosino y Alberto Fleming, describió a Brandán como un «sujeto dependiente y sometido». Además de contar que el imputado se había desligado por completo del horror perpetrado contra los hermanitos.
Con personalidades totalmente opuestas, Torrico, un hombre seductor, manipulador y mayor que su cómplice, manejaba a su antojo a Popeye, ambos vinculados en aquellos años, fines de los 90, al tráfico de estupefacientes.
Según las fuentes, justamente Brandán mantuvo ese bajo perfil durante todos estos años en la Unidad Carcelaria 1, penal de Villa Las Rosas. Desde un primer momento fue alojado en el Pabellón «C», con el resto de la población carcelaria, sin embargo Marcelo Torrico fue trasladado a una celda de máxima seguridad, al sector «S». Lugar desde donde no solo se fugó, sino que hizo «las mil y una», como señalan desde adentro.
Algunas versiones indicaron que a Brandán lo habían mandado a la «selva», por el hecho de estar junto al resto de la población en Villa Las Rosas, con todo lo que eso significa para un hombre condenado por asesinar a dos menores. Coincidente con su perfil, desde el interior del penal sostienen que su presencia pasó desapercibida y hoy podría salir en libertad.
Sin embargo, Popeye Brandán es el hombre que conocía al padre de los hermanitos, Miguel Leguina, y a raíz de eso fue que el 4 de mayo de 1998 se acercó a los menores y los condujo al vehículo donde esperaba Torrico, ambos fueron cómplices de un crimen aberrante.