El gobierno japonés anunció que dentro de un par de años empezará a arrojar al océano más de un millón de toneladas de agua radiactiva almacenadas en tanques de la accidentada planta nuclear de Fukushima.
Esta medida es resistida por las naciones vecinas, pescadores locales y múltiples organizaciones ecologistas encabezadas por Greenpeace.
La decisión, que se venía barajando desde hace tiempo, fue tomada en una reunión de gabinete japonés al término de la cual, el premier , Yoshihide Suga, calificó la determinación de «inevitable y la opción más realista».
El mandatario garantizó varias cosas, una de ellas es que en las instalaciones construidas a tal efecto y respetando todos los stándares de seguridad, la masa líquida liberada al Pacífico será descontaminada, les eliminarán los muy tóxicos estroncio y cesio, pero quedará el tritio, difícil de separar pero que no resulta dañino en pequeñas cantidades.
«No podíamos posponer esta solución, necesaria para mejorar el medio ambiente que rodea la central y, de ese modo, permitir que los lugareños puedan vivir allí de manera segura’‘, insistió el dignatario y recordó que la empresa operadora de la planta viene advirtiendo que la capacidad para albergar esta verdadera bomba de tiempo se agotaría en el otoño de 2023.
«Los niveles de tritio que se tirarán estarán por debajo de los parámetros sanitarios nacionales, al ser mezclado con agua marina. Se trata de una práctica habitual en la industria atómica’‘, añadió Suga.
QUEJAS
China, que prometió hacer un minucioso seguimiento de la situación y reservarse el derecho de aplicar otras respuestas», y Corea del Sur, mostraron su inquietud por las implicaciones medioambientales de este vertido (Seúl convocó al embajador japonés Koichi Aiboshi para presentar una protesta formal)