El Dream Team no pudo contra Alemania en semifinales y cayó por 113-111 para impactar al mundo quedando eliminado.
Estados Unidos, pese a acudir con varias figuras de la NBA, volvió a recibir otro golpe en el Mundial de Baloncesto Filipinas, Japón e Indonesia 2023 al caer por 113-111 ante Alemania en semifinales. El Dream Team, máximo ganador de esta competencia (se quedó con la de oro en cinco oportunidades), ahora buscará un premio consuelo el próximo domingo, cuando se mida ante Canadá, combinado que sucumbió por 95-86 ante Serbia.
Las lecciones de Serbia y Alemania. El nuevo fracaso de los NBA de Estados Unidos. La nueva lección para Canadá. Todo en seis horas. El básquet argentino no estuvo en el Mundial, hoy está muy lejos de la elite, pero el disfrute es total si te gusta el básquet en su más pura esencia. Aunque haya cambiado, aunque se haya emparejado, los que saben jugar ganan. Aunque no sean los atletas top, los que más alto saltan o lo que más rápido corren.
La primera exhibición la dieron los serbios. Y el regreso de una escuela que nos enamora. No importa que no esté Nikola Jokic, el mejor del mundo, que eligió descansar y divertirse en su tierra luego de consagrarse en la NBA. Tampoco Micic. Ni Kalinic. Ni Markanovic. Ni Lucic. Ni Pokusevski. Pero qué importa cuando los serbios mantienen su esencia. Su juego bajo conceptos. El equilibrio del adentro y afuera, de la defensa y del ataque, del equipo por sobre todo, aunque individualmente se le caiga el talento de los bolsillos.
Este viernes dejó reducido a la mínima expresión a la gran Canadá y su estilo más NBA que FIBA. A su talento individual, a su capacidad atlética, a su potencia… Casi nunca pudo ser el equipo arrollador de este torneo.
Serbia supo jugarle. Ejecutó, la metió con un 62% de campo, no dejó correr a las panteras que tuvo enfrente y lo defendió de forma brillante, especialmente a Shai Gilgeous-Alexander, el mejor jugador del torneo hasta hoy. Lo estudiaron, no lo dejaron quebrar fácil la primera línea, lo molestaron y hasta le robaron algunas pelotas.
Serbia celebra su clasificación a la final del Mundial de Básquet (REUTERS/Eloisa Lopez)
Quedó claro que a los canadienses les falta una lección más… A los serbios, en cambio, se la han dado su historia y tradición, sus canchitas, sus clubes, sus entrenadores. Sus jugadores parecen nacer así. O formarse así. Y, claro, a su desarrollo se les suma la personalidad que parecen traer desde la cuna y el saber competir, porque lo hacen cada día, desde chicos.
Bogdan Bogdanovic es su estrella. A los 31 años, en plena madurez, el NBA brilla por él y para el equipo. Un asesino que hoy apabulló a Canadá con 23 puntos, 4 rebotes y 3 asistencias. Pero no está solo. Dobric fue su Robin (16 puntos) y el gigante Milutinov le dio equilibrio (16 y 10 rebotes) a un equipo que maneja todos las artes de este juego. Milutinov jugó profundo y el resto estuvo liberado. Y cuando eso pasa, fuiste. Este Serbia tiene muchos tiradores y gran poder anotador.
También tiene un plantel largo (hay que sumar a Jovic, Guduric y Avramovic) que le permitió ni recordar que uno de sus jugadores, Simanic, perdió un riñón por un codazo. No hay drama cuando todos saben jugar. No es, como muchos creen, correr y tirar. Es manejar los conceptos del juego, seas bajo o alto. Los serbios los manejan desde chicos.
Mucho tiene que ver con su escuela. Y con sus entrenadores. No es casualidad que Pesic, a los 73 años, esté al mando. Camino a ser el DT más veterano en ser campeón del mundo, 21 años después de aquel del 2002, ante Argentina. Pensar que Pesic llevó a los cadetes de Yugoslavia al título europeo en 1985… Un maestro que volvió a su seleccionado para que volviera a ser.
Hace años que Serbia no estaba a la altura de su historia: había fallado en 2019, cuando terminó quinta tras ser eliminada por Argentina en cuartos, no estuvo en los Juegos Olímpicos de Tokio y cayó en octavos del Europeo pasado cuando era un candidato al título. Serbia ha vuelto. Y todos estamos agradecidos.
Tanto como haber visto a esta Alemania y la nueva lección que recibió Estados Unidos. Otra baño de realidad. O de humildad. Porque los germanos se lo dieron en su propio terreno. Antes a los NBA había que ganarles jugando a otra cosa, no entrando en su ritmo ni haciendo partido de mucha anotación. Hoy Alemania demostró que también se les puede ganar en lo suyo.
Otro fracaso estrepitoso de Estados Unidos. De sus entrenadores consagrados que parecen no preparar los juegos De sus jugadores que cancherean, no defienden, no les interesa entender el juego FIBA. Creen que, con su apabullante talento ofensivo, les alcanza. Y otra vez se dieron cuenta que no. En el Mundial anterior fueron séptimos, ahora se quedaron afuera de la final. Está claro que, si no traen a todos los mejores, no ganan. Y está claro que el campeón de la NBA no es campeón del mundo. Campeón del mundo es ser campeón del Mundial. Otra vez no lo será.
Alemania lo hizo. Claro, es un equipazo. El único invicto de este torneo. Ya había impactado en el Europeo pasado, siendo medalla de bronce y ahora ratificó. Tiene algunos NBA de mucha jerarquía, como Schroder, Theis, Bonga y Wagner, pero bastante más. Andreas Obst, un escolta que estuvo en fuego, terminó como el goleador de la semi con 24 puntos. Un segundo tiempo brillante. Voigtmann, Thiemann y el otro Wagner. Adentro, con sus cuatro grandes, dominaron, con un imponente Theis (21 y 7). Esta vez Schroder jugó para el equipo (9 asistencias), tras un cruce de cuartos muy malo, y el resto cumplió su rol.
No tuvo miedo Alemania. Le jugó de igual a igual, en el golpe por golpe. Y le ganó, en ese terreno. Ya no está Dirk Nowitzki, pero Alemania es un ejemplo de un país que nunca fue potencia pero trabajó en sus bases, potenció su programa de selección y se aprovechó de un biotipo interesante, dureza y técnica, para meterse en el gran concierto mundial. Fue un viernes muy especial. Ganó el básquet. Ganó la esencia más pura.