La OMS desmiente a Donald Trump
El enfrentamiento entre China, por un lado, y el resto del mundo, por el otro, se convirtió en una suerte de nueva Guerra Fría desencadenada por un virus que no solo cosecha víctimas y afecta a la economía global, sino que también trastorna el orden mundial consolidado después de la posguerra.
Y en el centro de un fuego cruzado cada vez mayor se encuentra el Estado chino, acusado -¿injustamente o con toda razón?- de causar la pandemia.
El presidente estadounidense, Donald Trump, en realidad no es el único en apuntar el dedo contra Pekín, acusándolo de haber encubierto un trágico error, la fuga del Covid-19 de un laboratorio de Wuhan. Una versión desmentida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), según la cual «por todas las pruebas vistas, más de 15 mil secuencias genéticas, se considera que este virus es de origen animal, existe un vínculo con los murciélagos, debemos limitarnos a la ciencia».
Pero crece la fila de los Estados que albergan más de una sospecha sobre el modo en el que Xi Jinping y los suyos administraron la crisis, encubriendo y no advirtiendo a tiempo sobre los riesgos del coronavirus que ya estaba azotando al gigante asiático.
Así Australia pide una investigación sobre el origen del Covid-19, mientras en Europa Berlín y Londres -como escribió el diario New York Times- ahora dudarían en abrir las puertas al gigante chino de telecomunicaciones Huawei, a quien en tiempos no sospechosos se le confiaron las tareas de realizar las redes 5G de nueva generación.
Incluso en Africa, el continente donde China centró muchas de sus masivas inversiones, muchos gobiernos estarían listos para demandar a Pekín y pedir resarcimientos por daños.
En resumen, una Guerra Fría que podría redimensionar e infligir un duro golpe a las ambiciones chinas de llenar el vacío de liderazgo global dejado por el Estados Unidos de Donald Trump en los últimos años, cada vez más inspirado por la doctrina de «América Primero» («America First»).
Y mientras los mercados reaccionan negativamente a las crecientes tensiones, el magnate insiste en anunciar un informe en el que dará detalles de todas las acusaciones contra China, a pesar de algunos reportes de inteligencia estadounidenses que también afirman la ausencia de evidencia de que el Covid-19 fue creado por el hombre o nacido de una manipulación genética.
Pero de todos modos, la administración Trump está lista para evaluar represalias, a partir de la reanudación de una ofensiva sobre los aranceles.
«Pura locura» para Pekín, que estigmatizó fuertemente la versión de Washington ilustrada durante el fin de semana por el secretario de Estado, Mike Pompeo.
En tanto Estados Unidos está lidiando con la partida de la «fase 2» en un momento en el que aún es elevado el número de nuevos casos y de las nuevas muertes. Las últimas proyecciones de las autoridades sanitarias federales, según algunas versiones, hablan de una duplicación diaria de muertos tras la reapertura de las actividades en varios estados norteamericanos (para muchos demasiado apresurada): al menos 3.000 víctimas por día contra los cerca de 1.700 de los últimos días.
Después de todo, el mismo Trump admitió que en Estados Unidos al final pasarán de 75 mil a 100 mil los muertos a causa del virus, mientras las esperanzas están todas puestas en una vacuna a más tardar para fin de año.
El epicentro de la pandemia en Estados Unidos sigue siempre en Nueva York, donde los más de 500 muertos del fin de semana enfriaron el tibio entusiasmo de los últimos tiempos.
Y la tormenta aumentó por las imágenes, que dieron la vuelta al mundo, de un Central Park superpoblado el fin de semana. En conferencia de prensa el gobernador Andrew Cuomo apenas contuvo la ira: «Quien no usa una máscara no tiene respeto por los demás. ¡No usarla significa que puedes matar a cualquiera!», tronó el gobernador.
Fuente: ansalatina.com